www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 1/2
 
Las neuronas y el poeta
Amenazas, maniobras militares, micrófonos y discusiones sobre el costo de la libra de disidente en el mercado de las negociaciones diplomáticas.
por ENRISCO, Nueva Jersey
 

Hace unos días, el gobierno cubano, con su proverbial generosidad, decidió soltar a un grupo de presos de conciencia (un grupúsculo, como se decía en los buenos tiempos), que incluyó al conocido poeta Raúl Rivero. Si no habían soltado a nadie antes era porque nadie se lo había pedido en buena forma, como por fin lo ha hecho el gobierno español. Porque lo que debe estar claro (de acuerdo con el principio científico conocido como "cangrejo sin patas no oye") es que las sanciones de la Unión Europea no conducen a nada.

Soldados
¿Guerra del pueblo contra quién?

Eso sí, han soltado a los opositores con ademán similar al de dejar caer un yoyo. Con un mínimo gesto los pueden hacer regresar al lugar donde estaban en caso de que reincidan en los delitos que los llevaron a prisión, tales como escribir, llamar por teléfono, enviar correos electrónicos, escribir poemas o pensar en voz alta. Podrán respirar, pero despacito, que no es cosa de andar malgastando el oxígeno patrio en mercenarios del imperialismo.

Lo cierto es que las autoridades no se han tomado el trabajo de dar ninguna publicidad a su generoso acto. Es que no hay nada como conocer a los compatriotas: nada más que la gente oiga decir por ahí que "están dejando salir", en cuestión de horas las colas en las oficinas de inmigración van a estar llegando más o menos a Haití (Cuba es posiblemente la única nación del planeta en que las oficinas de inmigración se ocupan casi exclusivamente, con la única excepción de Maradona, de gente que quiere salir del país en lugar de entrar. Uno de los tantos aportes cubanos a la cultura universal: el concepto de "inmigrar para afuera").

En estos tiempos, cuando se piensa en la época en que los capitanes generales condenaban a intelectuales y patriotas criollos a la pena del destierro, uno no puede sentir otra cosa que nostalgia. En la actualidad hay muchísimos intelectuales cubanos a los que les encantaría que les conmutaran, digamos, el Premio Casa de las Américas por el destierro.

Reacciones de acá y acullá

No debería sorprender que alguno de los liberados recientemente haya manifestado su intención de marchar al exilio, mientras otros no hayan descartado la posibilidad, sobre todo quienes viven en altos: es difícil subir una escalera respirando despacito. Encima, el poeta Raúl Rivero, quien salió de la cárcel con un doctorado en yoga, declaró que no guardaba ni rencor ni odio contra nadie.

No lo había terminado de decir —esta es la pura verdad— y a una estación de radio de Miami ya estaba llamando una anciana (por las dudas, la definición científica de "anciana" es la siguiente: mujer que tenga al menos 20 años más que mi madre). Pues la anciana estaba indignadísima por esa falta de rencor y sentía que el poeta la había ofendido, ella que tanto había rezado por su libertad.

Otros se sintieron no menos indignados con la idea de que alguno de los excarcelados siquiera considere la idea de marchar al exilio. No seré yo quien los contradiga. Con gente aquí reuniendo dinero para construirles un monumento y resulta que en cuanto tienen la oportunidad ya quieren renunciar a sus deberes de héroe. Es como para deprimirse.

Cuando estaban en la cárcel —discúlpenme la franqueza— todo andaba mejor. No hacían declaraciones y aquí en el exilio a uno se le atarugaban las masitas de puerco en la garganta de sólo pensar en lo que estaban pasando los hermanos opositores en sus calabozos. Bastante trabajo le ha costado al exilio aceptar la idea de la oposición pacífica para que ahora vengan a decir que ni siquiera tienen odio. Si fueran verdaderos continuadores de nuestras mejores tradiciones —piensan algunos—, lo menos que pueden hacer es dar una carga al machete en la Plaza de la Revolución y, sin son tan pacíficos como dicen, pues que la den sin machete.

El gobierno cubano, por su parte, no se ha cruzado de brazos. Por un lado, redobla sus esfuerzos en la "batalla de las ideas", batalla que al parecer piensan ganar por no presentación. Ha designado al frente de esta a Otto Rivero, desde su nuevo cargo de vicepresidente del Consejo de Ministros.

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