www.cubaencuentro.com Jueves, 14 de abril de 2005

 
Parte 1/3
 
Carta a Chano Pozo
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Ecobio, bongó kuini kuini y muna sanganfimba Luciano Pozo González, Chano:

Contigo pagué peaje de zanguango, panga. Me tragué recia turca; mordí millo, varón; trituré chícharo con gravilla; levanté chicharro con embolia; calafateé el bote que no era. En fin, que me fui con la de trapo, una recta a la altura del pecho que retrata mi candor en una época en que el gobierno fabricaba candorosos sin azúcar candy.

Ch. Pozo

Una tarde de los años sesenta, picado por la curiosidad de escuchar al Benny Moré con aquello de: "A la rumba yo no voy más, sin Chano", que era metáfora perfecta para venderle el cajetín a reuniones varias, pregunté, desde mi altura pueril, por qué se había muerto Chano Pozo. Como no había leído todavía a Jorge Luis Borges —y lo que me faltaba para hacerlo— desconocía la respuesta genial de "morir es una costumbre/ que sabe tener la gente".

Alguien me respondió que lo había matado El Cabito en Nueva York. Pero, como la respuesta fue oral, y no hubo mayúsculas en la ortografía, me puse lívido, pensando en que te había llevado en la golilla un fatal cáncer de pulmón, y pensé, horrorizado, en la suerte que le esperaba a mi vieja. Si a ti te había matado un cabito —de cigarros, entendía yo— y en Nueva York, lo de mi madre iba a ser sonado y fulminante. Si una colilla de Camel desguazaba así los fuelles, mi vieja iba a estallar por todos los costados recogiendo cabos de lo que fuera, para fabricar aquellos Tupamaros de olor infame y concentrada brea.

Así que te ruego me perdones. Abri kutu wirindinga, no hay mundele que te nkangue. No sé dónde tendría yo la kiyumba en aquellos tiempos. Posiblemente casi dentro del quepi en Los Camilitos, y ese mal recuerdo me pone a cantar, en vez de "Blen, blen, blen", algo más ronco y lejano a mi origen, que para algo uno le mete a los idiomas: Quien deba pena pague nfinda. Siá cará. Mi Chola Wengue a la mugué.

Lo que tardé más en aclarar de aquella canción fue el porqué el Benny sentía tanta alegría por la muerte o desaparición de la malanga. Ya agonizaban también la papa, el boniato, el chopo y la berenjena. La zanahoria, pobrecita, no aparecía ni en los recetarios. Y el —ame era reconvertido en "la arcilla fundamental de nuestra obra". Sin corbata. Tal vez en corbeta.

Años y mares más tarde, alejado de las barras de antaño, y sin pasarle ni de refilón a la Avenida Lenox, intentaré cocinar para ti y entre nos —habiéndolas dejado desde anoche en remojo, como indica El Tumbador que te ha sustituido— un par de tres preguntas que me mantienen guarachi guaro y con zarabanda medio salido de la nganga. Acué acué, añongo umfario. Una previa: si los demás no nos entienden en esta sirigaña —llamada científicamente manawa— que vayan a estudiar sincretismo, que es como decir que vayan a que los sincren en algún lado, como dice el lema guerrero del Calabar: O barikonsó, o bariko ñana —ana, que significa, para los que tenemos fundamento: Anana boroco tinde, que en cristiano leve es "a sincrar en los portales".

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