www.cubaencuentro.com Viernes, 27 de mayo de 2005

 
  Parte 1/2
 
Yo sospecho, tú sospechas, él sospecha
Una cuestión de esencia: Nadie puede ser considerado cubano, si no ha sido acusado alguna vez de ser al mismo tiempo agente de la Seguridad del Estado y de la CIA.
por ENRISCO, Nueva Jersey
 

En estos días tuvo lugar el congreso de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil y el Derecho a Hablar Mal del Gobierno Sin Que Te Metan Preso (APSCDHMGSQTMP). Asamblea que reúne a buena parte de la oposición (ilegal, pero fumigada) de la Isla.

Fumigación
Fumigaciones Represivas S.A.: Río Verde se llenó de humo blanco.

Este congreso, entre otras cosas, ha confirmado un rasgo básico de la cubanidad que nos cuesta trabajo reconocer: la tendencia a crear organizaciones con nombres imposibles de repetir sin la ayuda de un apuntador. Pero, además, este congreso puso de manifiesto la esencia misma de lo cubano, que se resumiría de esta forma: nadie puede ser considerado cubano si no ha sido acusado alguna vez de ser al mismo tiempo agente de la Seguridad del Estado y de la CIA.

Habrá cubanos a los que no les guste bailar ni ir a la playa, cubanos mortalmente antipáticos y cubanos alérgicos a los frijoles negros, pero lo que nunca se encontrará en la historia de la Isla es un cubano sobre el que no pese la sospecha de ser doble agente.

Justo antes de que comenzara el susodicho congreso, Oswaldo Payá, líder opositor, acusó a la Asamblea de ser un fraude, una invención de la Seguridad del Estado cubana; mientras, las autoridades de la Isla se encargaban de acusar a los organizadores de agentes de la CIA y de la mafia de Miami. Pero Payá (quien ha sido acusado de ser agente del gobierno norteamericano, entre otros, por Gutiérrez Menoyo, quien a su vez ha sido acusado de ser agente del Tercer Reich) no era el único que sospechaba. Éramos muchos los que pensábamos (y aquí me incluyo) que había gato encerrado y transmitiendo maullidos en clave a ambas agencias. Y pensábamos que el Congreso no era otra cosa que una trampa urdida para meter presa a toda la oposición.

Así, el hecho de que haya terminado el Congreso y ninguno de los asistentes cayera preso, no hace sino confirmar nuevas sospechas: si no cayeron presos es porque todos son de la Seguridad. Y llega el momento en que uno se pone a pensar si en realidad la sospecha no será la esencia más definitoria de nuestra nacionalidad. La sospecha —siempre justificada— de que todos llevamos dentro un agente de la CIA y un seguroso. El agente de la CIA nos hace oír Radio Martí, música americana y llevar gorritas de los Yankees de Nueva York, y el seguroso nos hace sentir culpables de todo lo anterior. Para disimular nuestra condición de dobles agentes, leemos a Martí masticando chicle, aunque no creo que eso sea muy convincente.

El buen agente

Pero el caso es que nadie se libra de la sospecha. Ahora mismo, uno se puede preguntar si el mismísimo Luis Posada Carriles, elegido por el gobierno cubano como enemigo público número uno (y de quien, por cierto, se dice que a principios de la revolución fue agente de la Seguridad con carnecito y todo), no es sino parte de un complot de la Seguridad del Estado para desviar la atención del Congreso antes mencionado.

Y ni el propio Comandante escapa a la suspicacia colectiva. Pese a sus esfuerzos en sentido contrario, lo cierto es que en la historia cubana nadie ha empujado más a los compatriotas en pos de Estados Unidos y todos sus derivados que el Comandante. Y si da la apariencia de todo lo contrario, eso no es otra cosa que una demostración de lo buen agente que es.

Y si consideramos agente de la CIA a todo el que desde territorio norteamericano —y quien dice Estados Unidos, dice Centroamérica— prepare condiciones para derrocar violentamente al régimen en Cuba, en esa categoría caben desde el citado Posada Carriles, hasta Narciso López, José Martí, Antonio Maceo o Cirilo Villaverde. Y si les sale mal —como casi siempre ha ocurrido—, entonces no queda otro remedio que considerarlos parte de los planes de la Seguridad del Estado.

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