www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
Parte 2/3
 
Carta a Miguel Teurbe Tolón (II)
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Usted quiso representar en ese pavés a nuestra isla —de ahí el lema "convertir el pavés en victoria"— y le puso imaginación y valentía. Lo cargó con todo lo que le pasaba por el cerebelo. Exceptuando los zapatos de dos tonos, el bongó, el almiquí, el tamal en cazuela, el ron peleón, los borceguíes de Cecilia Valdés, el cusubé, el bilongo y el sijú, tiene un poco de lo demás. Está formado por dos arcos iguales —tal vez pensara en Robin Hood, o en Guamá disfrazado de sioux— "que se cortan volviendo la concavidad el uno al otro como una adarga ojival, y está dividido en tres cuerpos, espacios o cuarteles". Esto de llamar cuarteles a las ventanitas o recuadros, me da mala espina. No de balde fuimos tanto tiempo guardias rurales en el pueblo, para que viniera un comandante a convertirnos en un pueblo rural de guardia.

Y claro, cómo iba a faltar: Cuba como la llave del golfo. Bah, acabáramos. Es una idea que me desmolleja y desmorona desde hace mucho tiempo, porque al único golfo, pícaro, hampón e indeseable, que le ha abierto todo es a uno que tengo en mente ahora, tedioso y palabrero. Convirtió la llave en candado. Yo nunca vi a la pobre Juana como llave de nada, sino como un tropiezo en medio de aquel mar repleto de tiburones y turistas. Si uno mira bien la Isla, la nota como mal ubicada, interrumpiendo, pésimamente puesta por Dios, cerrándole el paso a la Florida para cualquier alargamiento.

En otro de esos cuerpos o cuarteles pintó su visión del campo cubano, que en viéndolo desde la ventanilla de un carro es precioso, pero que tiene otros colores cuando uno se tiene que levantar a ordeñar, y en los últimos tiempos, más que a ordeñar, a comprobar si la vaca sigue viva en su sitio. Allí puso un verde pasto y un lindo cielo, un cielo casi turquí, que ya venía pidiendo pájaro chogüí. Hermoso todo, con aquella campiña sin campaña; pero se le olvidó Joseíto Fernández, que merecía estar en una nueva versión, si no arando, al menos fumándose un buen tabaco a la sombra de un ácana, con su coba bacana.

Sigo describiendo el rodancho: "El cuerpo superior horizontal representa un mar, con dos cabos, montañas o puntas terrestres a sus lados, lo cual simboliza la posición de Cuba entre las dos Américas y el surgimiento de una nueva nación". Esa definición, sobre todo lo del "surgimiento de una nueva nación", me provocó noches de insomnio. No encontré dónde surgía, y estuve a punto de comprarme un snorkel y una careta para sumergirme a buscarla. Y le juro que no sé de dónde sacaron a esos dos cabos, o qué hacían. Tal vez son guardafronteras y estaban vigilando. Uno mira el mar del escudo así, tan tranquilito, y no lo reconoce. Ha de ser la hora o la época. Suele llenarse de objetos navegantes no identificados.

Ya ve que cuando lo bucólico se mezcla con lo patriótico pueden suceder cosas muy graves. Es como una fiebre en la hipófisis que les da a los que se creen grandes hombres, mesías, falos y guías de sus pueblos, y que quieren caer de fly en ese paisaje tan puro, sin importarles cuántos buldózeres tienen que meter por delante, cuántos tanques de guerra, teas incendiarias o pitirres en el alambre. Al final la cosa no les sale como pretendían, y todo queda hecho un asco, mientras en el camino se fueron jeringando las personas. Para entonces, esos pretendidos próceres están mal de la próstata, tienen la procería cancaneando; ya son muy viejos y todo suena a chochera de la más vulgar que hay en el mercado.

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