www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
Parte 2/3
 
Carta al Aparato
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

De todo esto, lo único que saco en claro es que tal conjunto de piezas funciona. Y lo hace con una finalidad práctica, lo que lo aleja de toda musaraña, elucubración o fantasmagoría. Un aparato hace cosas concretas. Y son cosas determinadas. Aunque vuelvo a calentarme el seso pensando quién o qué las determina). Veo, para mi tranquilidad, que los sesudos académicos ñapean o ñapan la definición con coletilla descriptiva cuando dicen: "En algunas circunstancias se emplea para designar específicamente, según los casos, un avión, un receptor telefónico, un soporte de luz".

Como ya estoy más tranquilo en ese sentido, riflexiono, preguntándome cómo abordaría el tema —el abordaje no sólo se practica en los Hospitales Materno-Infantiles— mi maestro y amigo Héctor Zumbado. Pienso también cómo evitaría el tema, hablando en ancestral asturiano, el Gallego Fernández. Lo único que he sacado en claro es que el aparato es circunstancial. Amén de que un aparato cabe dentro de otro aparato, y no solamente en el interior de "la cosa". Aunque, en la Cuba reciente, "hablar de la cosa", tema nada sexual, provoca problemas con "el aparato". Pero no nos apresuremos. Meta un receptor telefónico en un avión y ya verá. Es más difícil hacerlo con un soporte de luz. Hay quien no soporta la luz, de ahí que el otro aparato, el de gobierno, la quite.

Por eso regreso a mi intuición, a recordar mis primeras nociones. Añado que de igual forma, siempre fui muy intuitivo. Un intuitivo nocional, o un nocionalista que intuye. Me viene a la mente un amigo de adolescencia a quien todos le decían "el artefacto". Un artefacto es, de algún modo, un aparato. Mi amigo contradecía toda la deducción antes lograda: era imprevisible y nada circunstancial. Sus piezas no tenían ningún fin determinado. Todo en él estaba equivocado: medía unos 23 años de edad, tenía el cabello sociable y era de complexión blanca. Su estado civil era campesino.

Antes de seguir con el diccionario, proyecto mi memoria. En mi infancia había dos clases de aparatos según mi abuela materna, descontando el aparato del fly. Cuando comencé, de manera paciente y autodidacta, mi educación sexual, y necesitaba aislarme largo tiempo en la soledad del baño para observaciones y manipulaciones, mi abuela le advertía a mi madre: "Ese muchacho se pasa el día sobándose el aparato. Se le va a echar a perder", para, acto seguido, gritarle a la prima, que pasaba demasiadas horas al teléfono: "Niña, suelta el aparato, que te quemarás la guataca". Luego, seguía su camino hasta la comadrita, y se pegaba, como cada tarde, a su aparato, para sonarse una novela radiofónica.

Le escuché algunas veces hablar de un vecino enfermo de los pulmones, diciendo que "estaba malo del aparato del aire", porque tenía los fuelles gastados. No confundir con el aparato del asma. Así que existen el aparato respiratorio, el aparato urinario, el aparato reproductor —femenino, masculino y neutro—, el aparato digestivo, el aparato circulatorio —que no es una entidad del Departamento de Tránsito—, que tiene estrecha relación con el aparato locomotor, el aparato vegetativo de las plantas —¡que en este mundo todos tienen su aparato, caballero!—, y cada semiñoco electrodoméstico o mecánico, de cable o manivela, resultan ser, en sí mismos, aparatos —¡Mira el aparato, cómpralo barato!—, y hay, para no seguir amasando boñigas, hasta una cosa muy rara y cómica llamada "el aparato de Golgi", que resulta ser un sistema mixto de cisternas apiladas, que ha de diferenciarse —siempre hay gente que se confunde— con el retículo endoplásmico.

Ninguno de ellos me aterraba. No eran esos aparatos los que alguien ubicó en la miasma uterina donde chapoletié durante siete relampagueantes meses. Y ya nacido, destetado y crecidito, he ido a buscar la quinta acepción del mataburros, que dice así con mi coro:

5.Conjunto de los que deciden la política de un partido o gobierno (¡Y ese sí, que sí que sí, sisisisí, sisí emperatrí, ese mismitrinco, mismísimo, mismisiquito, es el aparato que me metió ñao desde mi paritura sietemesina, y sospecho que hasta en mi inocente etapa fecal, cuando uterizaba mis cinco sentidos sin que me atoraran, arrempujaran, hieratizaran, acobardaran, despachurraran, minimizaran, atrasaran, traumatizaran, horrorizaran y todas las zaran que me zarandeaban desde que aprendí que todo lo que no era obligatorio era la naturaleza).

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