www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 3/3
 
El Comandante y el tiempo
¿Con qué se gana más tiempo, con un niño balsero, cinco espías o un Papa?
por ENRISCO, Nueva Jersey
 

Y el Comandante puede comprar tiempo porque siempre encuentra a alguien que se lo venda. Los que lo quieren, que no son muchos pero son, le venden tiempo en forma de petróleo, apoyos y firmas. Los que no lo quieren se lo venden en forma de estupideces. Los demás le venden tiempo —a muy bajo precio, por cierto— con su incombustible confianza en que en algún momento decidirá cambiar. Eso, aunque está más que demostrado que a estas alturas los únicos cambios que se permite el Comandante son los de indumentaria: de uniforme a traje y de traje a guayabera de gala. La única esperanza sensata que queda es que llegue el día en que le toque ponerse la guayabera de caoba.

Pagarle para que se calle

En estos días, con las votaciones en Ginebra de la Comisión de Derechos Humanos, se abrió una nueva oportunidad para que el Comandante comprara tiempo. En Ginebra (como en cualquier otra parte), el Comandante nunca ha sabido lo que es la derrota: el día en que no consiga una victoria moral en las votaciones es porque al fin ha obtenido una victoria real.

El empeño que pone el Comandante cada abril en las votaciones puede hacer pensar que cuando al fin consiga una votación favorable, se estará comprando por lo menos un quinquenio. No es para tanto, si acaso se compraría un mes al año, pero se trata de un mes de primavera que, como todos deben saber, son los más caros. Por eso, para comprar esos meses, el Comandante no repara en gastos y lo mismo reparte becas a Bolivia que maestros a Zimbabwe, o amenazas a México. Porque en esas ocasiones no hay moneda con mayor valor adquisitivo que la del insulto de lacayo del imperialismo, lamebotas de los yanquis o agente de la CIA.

Para cambiar la tendencia de esas votaciones en Ginebra, el Comandante lo ha intentado prácticamente todo. Bueno, todo menos un par de cosas: a) mejorar la situación de los derechos humanos en la Isla. b) llamar a los yanquis "lamebotas de los yanquis". En cuanto al inciso "a", es obvio que no lo ha hecho, porque a la larga le arruinaría el negocio de compra de tiempo en el poder. En el "b", porque decir que alguien es capaz de lamerse sus propias botas, más que un insulto es un reconocimiento a su flexibilidad como contorsionista y tampoco se trata de alabar al enemigo.

Pase lo que pase, el Comandante nunca renunciará a la ocupación que le da sentido a su vida. Y menos ahora que el precio que tiene que pagar por el tiempo en el poder baja cada vez más. Hay quien está dispuesto a venderle un poco de tiempo, con tal de que el Comandante entre en conversaciones. ¡Señores! ¡Si al Comandante lo que hay es que pagarle para que se calle! Lo perfecto sería proponerle que se quede todo el tiempo que quiera en el poder, pero callado. Creo que es la única manera en que renunciaría, voluntariamente.

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