www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 1/3
 
Bajo presión
La búsqueda eterna de una utopía: primero la independencia, luego la revolución, ahora las ollas de presión. Pero aún falta la más inalcanzable: encontrar algo que meterles dentro.
por ENRISCO, Buenavista
 

A Motorola, in memoriam

Para complacer peticiones de nuestros queridos lectores he decidido fijar residencia nuevamente en mi viejo barrio de Buenavista, con el previsible riesgo para mi vida y hacienda (es un decir). De modo que si a partir de ahora algún chiste carece de la eficacia requerida, deberán tener en cuenta las circunstancias atenuantes. Si el acoso de la Seguridad del Estado quizás no me permite extenderme en ciertos temas, al menos podré reportar, como quien dice, a pie de obra, desde la primera línea de combate, desde las más avanzadas trincheras de la información.

Casa TV
Esperando la olla... y el contenido.

Así puedo comunicarles de primera mano qué es lo que en estos días ha mantenido en vilo a la población de la capital y con ella a la de todo el país, el elemento sin el cual la nación nunca podría mantener y acrecentar su sueño de libertad y justicia social: las ollas de presión.

Una vez llegado a mi barrio me han rodeado vecinos y amigos, quienes: a) me han informado sobre el asunto de las ollas de presión; b) me ayudaron a deshacerme de mis pertenencias personales, esas de las que nosotros, sucios viajeros del capitalismo, parecemos no poder prescindir (de hecho esta parte la estoy escribiendo a mano porque parece que alguien ha decidido desprenderme de mi computadora portátil y hacerme volver a mis humildes orígenes de escriba).

Lo que me cuenta Trompeta

Resulta que en la pasada celebración del Día Internacional de la Mujer, en La Habana, el Comandante anunció que a partir del próximo abril cada mes se repartirían 100.000 ollas de presión al pueblo en general. Las ollas, subvencionadas por el Estado, tendrán el módico precio de 150 pesos cubanos, más de la mitad del sueldo oficial promedio o bastante menos si el oficial es de la policía.

Esa noticia, que la corrompida prensa extranjera seguramente tomará a la ligera, no puede carecer de trascendencia en un país como el nuestro. Sin ir más lejos, Trompeta, un viejo buenavistero a quien acabo de consultar, me comenta que la última vez que vio una olla de presión en una tienda recuerda que en la vidriera había pegado un pasquín electoral que decía "Batista es el hombre".

Por supuesto que exagera, pues décadas atrás se podía adquirir una olla de presión en caso de boda o ausencia del país (el que se quedaba heredaba la olla y el que se iba compraba una afuera con el primer sueldo). Pero eso nos podría dar una pista sobre las razones de la tan discreta presencia de las ollas de presión en los establecimientos cubanos en las últimas décadas. Evidentemente, estas fueron usadas durante la satrapía batistiana como terrible instrumento de tortura, lo que explica que el gobierno revolucionario, sabiamente, decidiera sacar de la esfera pública un artefacto que podía herir la sensibilidad de la población. Si se permitía que los recién casados recibieran uno de estos adminículos era porque se consideraba, no sin lógica, que aquellas personas que se entregaban a la experiencia del matrimonio, voluntariamente, no se verían fácilmente intimidados por una simple olla.

Lo cierto es que, olvidado su antiguo uso represivo, la población espera en vilo la aparición de las ollas. No obstante, hay bastante confusión al respecto, pues, entre otros problemas menores, tras una ausencia tan prolongada pocos saben para qué sirven las ollas. Algunos, recordando que en el mismo discurso el Comandante dijo que el país había alcanzado su invulnerabilidad militar y económica, opinan que debe usarse como arma defensiva —como casco o para preparar una mina antitanque—, mientras que otros (los que hacen énfasis en la parte económica) afirman que el uso correcto es emplearla de caja fuerte para guardar sus ahorros.

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