www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 2/3
 
Bajo presión
La búsqueda eterna de una utopía: primero la independencia, luego la revolución, ahora las ollas de presión. Pero aún falta la más inalcanzable: encontrar algo que meterles dentro.
por ENRISCO, Buenavista
 

Los más veteranos, como Trompeta, desenrollan el compacto ovillo de su memoria para decir que recuerdan a sus madres y abuelas usar las ollas para ablandar los garbanzos. Esto, sin embargo, no aclara la situación, sino que la empeora porque de inmediato da pie a una extensa discusión sobre qué son los garbanzos y para qué sirven.

Cogiendo presión

La prensa nacional, es justo decirlo, tampoco ha sabido estar al nivel de su misión orientadora y, por ejemplo, un periodista de Juventud Rebelde sembraba aún más confusión al decir —no sin cierto deje subversivo— que las ollas sirven "para enseñar que estamos cogiendo presión; y con ellas, vamos a ir desbaratando todas las cosas que endurecieron nuestra existencia". Ya se sabe que la poesía es un arma de combate: por eso mismo no se debe dejar en manos de cualquier irresponsable. Y menos de un periodista de Juventud Rebelde.

[A partir de aquí continúo escribiendo con computadora. Me la acaba de vender el Gato, el especialista del barrio en electrodomésticos. Es idéntica a la que me llevaron. De hecho, hasta contiene todos los ficheros que guardaba en la otra. No le puedo estar más agradecido al Gato por esta feliz coincidencia].

Los vecinos se dirigen a mí buscando aclarar sus dudas. Tengo que explicarles que internacionalmente las ollas se usan para cocinar, aunque —les aclaro para que no piensen que le hago el juego al enemigo— allá afuera ningún gobierno se ocupa de que su pueblo tenga ollas de presión. Es más, les quita las ollas a los pobres para dárselas a los ricos y los pobres —¡los pobres!— tienen que cocinar los frijoles agarrándolos con la mano y poniéndolos sobre la candela, y así es la única forma en que los frijoles pueden coger sabor a carne asada.

Mis vecinos se van reconfortados y me alegra porque sé que la espera de la olla les hará más leves las carencias habituales en los próximos meses. Así ha sido nuestro pueblo, a la búsqueda eterna de una utopía: primero la independencia, luego la revolución, ahora las ollas de presión. Cuando al final estas lleguen, se darán a la tarea de una utopía todavía más inalcanzable, la de encontrar algo que meter dentro.

Al frente de la búsqueda de este nuevo Santo Grial de presión está, por supuesto, nuestro Comandante. Cierto que hace mucho tiempo sus promesas eran algo distintas. Prometía una era de prosperidad infinita para todos, donde el dinero sería abolido y cada cuál recibiría lo que sus necesidades dictaran. Habría ríos de leche, mares de frutas y vegetales y cascadas de carne de puerco.

Lo de las ollas parecerá una vulgar cacharrería materialista en contraste con aquellas imágenes bíblicas, pero para nuestro Don Quijote no hay objetivo pequeño sino esfuerzo trascendente, y la olla de presión será su talismán, su yelmo de Mambrino, con el que se hará invulnerable y saldrá a buscar todo aquello que añoramos: el regreso triunfal y definitivo de la luz eléctrica, la regeneración del transporte y el florecimiento de la vivienda, todo amenizado con tazas de chocolate venezolano, o con barriles de petróleo, que para el caso tienen el mismo contenido energético.

[Un agente de la seguridad viene a preguntar por mí. a) Le expreso con firmeza mis puntos de vista. b) Acepto su invitación a una Mesa Redonda sobre el sistema de salud norteamericano: allí explicaré que el índice de mortalidad infantil es de 900 por cada mil nacidos vivos, porque la gente se ve en la necesidad de comer bebés para sobrevivir. Sólo se salvan los hijos de los vegetarianos. c) Eso sí, le aclaro que iré a la Mesa Redonda con la condición de no hablar de política].

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