Debiera aclarar que más tarde dejé de ser niño, aunque me mantuve matamórico, y a cada rato resonaban en mis mondongos los cantos de aquellos refugiados en mi hogar, que me dejaron varios años sin dormir y que decían: "en la extensa cubierta/ gozaban todos con gran primor", mientras el viento arreciaba afuera y el agua le daba a las sedientas vacas casi a la altura de los tarros. Y también los otros, que me desvelaron: "un viento huracanado levanta airado el inmenso mar", que se me mezclaban con los compases de La ola marina, terminando con esta descripción espeluznante: "y mientras todos dormían/ llenos de un dulce sopor", que era el acabose, y me obligaba a estar con la guardia en alto, pues el enemigo nunca duerme.

Aclaro también que un Partido, sobre todo de orientación comunista, se hace con el fin de destruir el capitalismo, para llevar al pueblo a un sistema más justo, como el feudalismo, donde todos los siervos son compañeros y no tienen siquiera gleba, o tal vez la comparten, o se turnan para usarla. Hay aberrados así, que de pronto ven que todo marcha tan bien, con iniciativas privadas, que, usando esas mismas iniciativas, les da por privar a la gente, y al final tienen el mismo efecto devastador de un huracán.

Uno de los logros de un Partido, sobre todo comunista, es descubrir enemigos donde uno antes veía otras cosas, por ejemplo, a aquella chiva que se negó a ser repatriada porque le sentaba mejor la hierba de Oklahoma. Después de que se fundó la organización política, descubrimos que era prácticamente de la CIA, por irresponsable, díscola, herbívora y caprina. Se dejó llevar por el viento y cayó en territorio comanche. Ya lo de no querer regresar añadía sospechas al asunto.

Lo mejor fue que las autoridades, orientadas y embulladas por "el Líder de Siempre" —que ya le sabía un congo al enemigo imperialista que eran los sucesivos ciclones mercenarios—, se pusieron a construir embalses en vez de techos, porque total, el pueblo puede embalsarse bajo el alegre sol cubano. Y se armó la contradicción: mientras más embalses, más se iba el pueblo en balsas, como sospechando que, de techo, nada. Con el cemento que les sobró metieron un monumento tremendo a las víctimas que dejaste, y a partir de ahí, el que se ahogaba no era que estaba comiendo catibía, sino un traidor potencial que quería jeringarle las estadísticas a Ciclónio, como también se llamaba "el Líder de Siempre" en temporada huracanera.

La única ventaja que tuve contigo fue perderme de la escuela como quince días, y aprender a vivir en colectividad musical, conociendo de paso el repertorio más triste de Miguel Matamoros con sus muchachos. Lo de vivir apretujao me dio una idea aproximada de lo que iban a ser las movilizaciones y las concentraciones. Y de ñapa, me enseñó a fijarme cuando hay agentes del enemigo en la mesa de un bar, intentando reclutar otro huracán mercenario para que vaya a estrellarse contra la intransigencia revolucionaria.

Allí lo derrotará la firmeza del "Líder de Siempre", que se beca en un estudio televisivo aunque no haya luz en el resto de la Isla, y comienza a manotear, a guapear, a echar ráfagas por la boca, soplando como el lobo del cuento de los tres cerditos. Cuando escampa y termina todo, no hay un cerdito en kilómetros a la redonda. Ni techos, ni electricidad, ni productos agrícolas, y le echan la culpa a tus similares. Pero la gente que lo puede ver dice que es el mejor programa de humor que han puesto en la televisión ese año. Mira lo que se está perdiendo la chiva que cayó en Oklahoma.

Con la Flora intestinal huracanada,

Ramón