www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
Parte 3/3
 
Carta a Diego Grillo (I)
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Me parece que ahí fue donde la perra dio de vientre en el comedor, para decirlo en fino castizo. No solamente tenías antecedentes de contactos con extranjeros, detalle ese que te hace sumamente peligroso si tenemos en cuenta el actual código penal. Que fueras un esclavo rebelado —un negativo haciendo cosas positivas— te exime de algunas culpas. Mientras tu relación corsaria se ceñía al estricto círculo de antisociales hispanos y latinos, se veía como un desliz o un mal menor, un problema social de desajuste o delincuencia de baja intensidad. Hurto con zetas, vaya.

Pero aprender inglés con una piratón como Francis Drake, representante del Imperio —era el que había en esa época— ya es un crimen de lesa traición. No es lo mismo gritar desde el palo de mesana, en perfecto castellano y ligero deje mandinga: "No arrempujen y jalen la cadena" o "Tajasea a ese cabeza de puerco, ambia", que empezar a aullar "Oh, my god", "shit", "every party and every body in the everglades". En eso te perdimos. Atacado por agudísimo e imperial diversionismo ideológico, la historia te pasaría cuentas.

Con Drake aprendiste todo lo que más tarde pondrías en práctica. Las crónicas dicen que te capturó cuando tenías 15 años, la ocasión en que Francis —la traducción de Francis al castellano sería "Panchi"— realizó un saqueo de choque en el año 1572. Así que si restamos 15 a 1572, y le agregamos uvas pasas, lo multiplicamos por chicharrones y le damos a la tecla, nos da que naciste exactamente en 1557, que eras mulato y estabas en el esplendor de la edad militar. No me extraña que hubieras dado el brinco hacia Inglaterra. Allí fuiste aceptado a pesar de tu piel letrina, asalitrada por el Caribe. Aprendiste tan rápido —eras un Grillo laborioso—, que muy pronto fuiste segundo de a bordo.

No se ha escrito mucho sobre la vida de los segundos de a bordo. Ha de ser una vida interesante, sobre todo porque es, compitiendo con el cocinero del barco, en ocasiones, al que suelen ahorcar detrás del capitán si son capturados. Y ese cargo tiene la posibilidad de ser ascendido —no solamente con una cuerda alrededor del cuello— entregándole una nao independiente.

Tampoco se ha escrito mucho sobre la vida sexual de los bucaneros en alta mar —ya cuando llegan a tierra como que son víctimas del desenfreno—, ni sus características, si hay raros "hermanamientos nocturnos", desaguacates orgiásticos u onanismos en grupo. Me he preguntado muchas veces, además, si hubo piratas epilépticos, por ejemplo. Un pirata epiléptico es un peligro mortal en un abordaje. Usted le pone un par de puñales y no queda títere con cabeza. Y, si lo que tiene en lugar de mano, es un garfio, la fila de tuertos que deja es impresionante.

Bah, no me hagas mucho caso, que yo de marina hemingway sé muy poco. Imagínate que confundo todavía balandro con malandrín, camarote con camarón y comandante con comediante —que no es, de ninguna manera, Dios mediante—. Todo ese lenguaje me marea, me llena de yodo y alquitrán. No veo por qué al grumete —que se grumete en todo— en el momento en que la nave asaltante alcanza a la asaltada, y se arma el salpafuera y le preparación combativa llega al clímax, el corsario o capitán no le dice: "Corneta, toque usted a degüello".

Será porque en el agua no se degüella, sino que se pasa por las armas, se genocidia y se latrocinia. Se espurio o no se espurio. El lenguaje tiene esas sutilezas. Por ejemplo, cuando a Drake le sugerían que navegara a descalabrar a unos cuantos españoles, y ya que estaba en la zona, arramblara con todo el oro y la plata, lo que le encomendaban era una "expedición". Sin embargo, los españoles descalabrados y desvalijados, hablaban de saqueo, y de que el pirata "asoló" las poblaciones costeras.

Mejor te dejo navegando de nuevo hacia América, en perfecto inglés, rascándote las ingles por la emoción, ya aliado con Cornelis Cornelisjzoon Jol, el holandés, también llamado Cornelio Pata de palo, y dejamos lo de Campeche y el humo para una segunda, donde ya serás Diego Grillo, o Diego El Mulato, o Diego Lucifer. Y en esa segunda, arrojaré —casi literalmente— nuevas luces sobre tu persona, y la idea peregrina de que en realidad fuiste nuestro primer mambí naval.

Esperando el abortaje,

Ramón

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