www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
Parte 1/3
 
Carta a Guillermo Tell
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Ballestérico, helvético y hermético Guillermo Tell:

G. Tell

No negaré que hasta hace poco me cayó muy mal. Es más, sin un alpiste de exageración —y no digo ‡pice porque me suena a óbice— le diría que me caía fatal, gordísimo, requetemal. Y todo por el asunto ese de no comprender a su hijo, que un día se cansó de la manzana en la cabeza.

Sé que la confusión era mía y no suya, pues luego averigüé que era suizo, y quien baila la suiza se hace neutral o atleta, una de dos, entre el chocolate y los relojes. Pero le juro que la sola idea de que no comprendiera al muchacho, y que, para colmo, lo usara como diana, llamándose seguramente de otro modo, me sublevaba; como también me sublevan cosas que hace el gobernador de mi cantón, cuando coge de blancos a quienes no lo son, y les dispara. Ser un blanco humano no es la última aspiración de un negro, como diría cualquier cómico de Alabama. Pero, vayamos por partes, como solía hacer Jack el destripador, que así no se nos desparrama el mondonguito.

Se lo digo como cubano, con la mano en el corazón, o al menos, con la mano que señala para el cardiovascular: ¿qué es eso de ponerle una manzana en la cabeza a su hijo? Su hijo, sabiendo por arribita la historia, era un menor, y con un menor hay que tener un cuidado mayor, porque se corrompen con cualquier fruta, máxime con una fruta pegada al cerebro. Una criatura no se puede tocar ni con el pétalo de una manzana.

Un niño es un niño en el cantón de Uri o en Puriales de Caujerí, y una cosa es que tenga cabeza de melón por declive genético, a que ande por ahí con melón verídico por imposición paterna, o por exigencias políticas. Un niño es un proyecto inacabado e inacabable, de cantón y de frentón. Es como un adúltero sin barnizar, y seguirá siendo así hasta que no se demuestre lo contrario; o que es contrario, como sucede en sistemas donde lo quieren hacer niño a la fuerza para dejarlo todo desaniñado.

Hay hasta sistemas ideológicos que precisan de niños, por aquello de la ternura con la que agitan banderitas, y lo que conmueven desgañitándose con los lemas. Para ellos se ha creado la plaza de pioneritos destacados, y van, de provincia en provincia, llevando su mensaje municipal. Cuando los mayores advierten que están a punto de entrar en la adolescencia —y no sólo porque adolecen de muchas cosas— por un grano, un pelo duro que le sale de una oreja, o porque la sombra del bozo lo reboza, o porque ya se demora más tiempo en el baño, intentan primero convencerlo para que se quede como está, detenidito en tiempo y especie.

Si no lo logran, porque natura es tremenda cuando dice allá voy, entonces lo escaldan en unas grandes ollas hasta que regresa mentalmente a primer grado, y utilizan un brebaje parecido al chocolatín venezolano, que contiene la sustancia con la que los indios amazónicos reducen cabezas. Los he visto con más de cuarenta años ejerciendo aún de párvulos —han hecho una rentable cabrera siendo infantes—, disimulando la asfixia que les provoca la pañoleta apretando sus cuellos de toro, diciendo que el Ballestero de la barba es su abuelito. Con los ojos vidriados de emoción y calvicie galopante.

1. Inicio
2. Míreme a mí...
3. Uno de aquellos...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Carta a Moisés ben Maimón
RFL, Miami
Lecciones de vida
ENRISCO, Nueva Jersey
Carta a Diego Grillo (II)
RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Miami
Carta a Diego Grillo (I)
RFL, Barcelona
Carta al Tocororo (II)
Carta al Tocororo (I)
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir