www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
Parte 2/3
 
Carta a Guillermo Tell
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Míreme a mí, que me hice responsable y serio a mi pesar, que si me hubieran hecho caso me habrían dejado regado en el cantero con mis soldaditos plásticos. Siempre lo afirmé, y poco me faltó para que me convirtiera en un agitador infantilio: Un niño tiene derecho a ser todo lo irresponsable, sucio, inquieto y feliz que pueda. Ya lo dijo quien lo dijo: "La infancia es de quien la trabaja". Lo digo yo, que sigo manteniendo mi niñez a raya, y me la saco delante del pinto de la paloma. No hay como ser niño, sin manipulaciones. Y para andar por ahí con el fruterío en la cabeza ya estaba Carmen Miranda haciéndose la tropical. El fruterío encima y el puterío debajo.

Más allá de agarrar a un fiñe como pedestal o frutero, me duele que el menor haya estado en peligro de diversionismo ideológico, en plena edad fronteriza, a punto de perder la leche, que al menos, con leche y fruta en el cráneo se puede batir con un batido. Eso era precisamente lo que más rabia me daba con la cancioncita que cuenta la historia. Y se lo digo por experiencia personal, porque sufrí casi lo mismo: conocí la manzana —que en el fondo es una vianda bíblica, no lo olvide— y me la desapareció el aspirante a Gessler que nos cayó encima. ¿Pero puede usted creer que no se me quitó de la cabeza?

Está de más decirle que mi manzana era metafórica, espléndida, redondita y de afuera. No era la responsabilidad histórica o social a la que aludía la baladita. Otras manzanas a la vista, tal vez las que dejaron en nuestro huerto, eran la Manzana de Gómez —que siempre pensé era una fruta dominicana, por Máximo Gómez y el mamey de Santo Domingo—, y lo de darle la vuelta a la manzana para que los enemigos estuvieran tatequieto. La carrera de chiva llevaba mareo. Y a falta de Coney Island, había que girar de alguna manera. Jalisco Park era un cuchitril.

Claro que algo de su historia ballesteril y helvética conocíamos. Pero entonces todos éramos muy pequeños, incluyendo al país, y no nos interesaban mucho otras rebeliones allende los mares, porque nos bastábamos solitos. Esa ha sido una virtud de todos los cubanos, en general y en particular. Cuando un general se hacía particular le particulaban las patas y se generalizaba el pateo. ¿Para qué perder el tiempo con otras historias o leyendas, sobre todo si son del siglo XV, cuando nosotros estamos construyendo el siglo XIII, ese que crece mientras más me lasoldomí como un hueso duro de roer?

Tuve que ir perdiendo infancia y nacionalidad, trasladarme de Oficoda a consulado con mis virtudes, para conocerte mejor, a pesar de que una vez pusieron tus aventuras en Aventuras, pero entonces pensé que eras Robin Hood con escopeta. Recién he conocido mejor tu gesta casi indigesta. Suiza se llamaba Helvetia o Helvecia, por algo romano que la romanizó bastante. Hasta nuestros días ha llegado un canto que habla de ello, ese que comienza diciendo: "Helvetio de tu boca tentadora/ que me diste inflamada de pasión…".

En aquella época no se fabricaban relojes. Tal vez algunos cucos que daban la hora en latín lover, y que, a la caída estrepitosa del imperio romano, se echaron a perder, porque el territorio cayó en manos de algunos pueblos germánicos como los francos y los burgundios. Que un reloj de cuco dé la hora en burgundio es la hostia. Los francos, por su parte, eran más quisquillosos con el horario. Algunos eran verdaderos hideputas con eso. Si no me cree, pregúntele a cualquier español de mediana edad cómo le ponía la chicharra un franco de esos.

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