Cuestionable pajarillo nacional Tocororo o Tocoloro, so trepador:

No sabes qué días tan malos he pasado. Tan malos en cazuela. En cuanto sentía un graznido, un piar, un gorgojeo, un alarido aéreo, un silbido, un jipío, se me ponía alerta el pájaro y giraba la cabeza como aspas de lavadora Aurika, buscándote en los rostros, en el follaje, en las olas marinas del Mediterráneo. Veía gaviotas, cuervos, gavilanes, palomas, y me entraba gorrión. Entonces, apesadumbrado por tu condición de pajarraco nacional clandestino, símbolo que no pasó de los Panamericanos —y eso, en mala caricatura—, me avergonzaba hasta meter la cabeza en una maceta, como un avestruz.

A quienes inventaron el logo de esos juegos donde fuiste mascota, protagonista desconocido, habría que regañarles severamente alguna vez. No se puede hacer de un ave, supuestamente nacional, un logo feroz. Los logotipos engañan más que los teletipos. Creen atrapar lo esencial de una figura y la desmenuzan, humillan y desaliñan tanto, que luego no es lo mismo. A un amigo mío lo mató un oso en los Urales porque creyó que era tan tierno como el osito Misha, y se acercó a acariciarlo diciendo "misu, misu", pero en georgiano.

Los autores de ese sabotaje fáunico —por no decir ecológico— desconocían que no soportabas el cautiverio. En eso nos parecemos, mira tú. Yo, lo que son el cautiverio y la prosa trepadora de Lisiado Otelo, no los soporto. Tampoco aguanto mirar su foto, así que debe ser alguna predisposición intestinal a ese tipo de incapaz ave rapaz. No he probado ver a ese cernícalo en cautiverio. Tal vez me calme.

¿Cómo iban a atraparte en un sellito, si lo tuyo es el cielo abierto y el tronco de arriba abajo, dando brinquitos de "el que no salte es yanqui", aceptando la porquería que te ha tocado en la evolución, sin chistar, porque ni siquiera chiflas? Bueno, mirado desde esa óptica, sí te veo condiciones para avecilla patriótica. Sobre todo a esta altura, donde lo nacional ha llegado a confundirse con un buitre verde y las cositas que inventa.

Por eso es que no aparecías tanto en la música. Y que me costó un trabajo enorme hallarte en la poética insular. Aré un par de siglos, hasta llegar a Manuel de Zequeira y Arango, versador frutalicio, que perdió la posibilidad de introducirte, aunque fuera de incoñito, en su ramaje. No le habría costado nada pasarte, en sus jaracandosas décimas, de polizón.

Te confieso que esas espinelas me desconcertaron; he demorado en dártelas a conocer para desarmarlas concienzudamente, y que el Laboratorio Internacional de Encabrono 14 certificara que eran de Zequeira, y no unas vulgares décimas de hidrofóbica actualidad. Paso a cantártelas.

Pero como tú tienes un sonido tan feo, no intentes hacerme la segunda. Y dice mi tres: "Cuenta por fin Heliodoro/ Que nació (caso inaudito)/ De una liendra un gran mosquito/ Y de este mosquito un toro:/ Esto publicara un loro/ Muy ufano en Puerto Rico,/ Cuando alzando en el Guarico/ Alto vuelo un tomeguín,// Fue á parar hasta Turín/ Con un Camello en el pico". Véamos y anal-líciemos. ¿No es una decimita de Palmas y Coñas? Miremos con detenguimiento: lo de Heliodoro me suena mucho, y viene que ni pintado para rimar con tocororo.

El conocido lingüista Ernest Almorrana ha afirmado en diversas oportunidades, incluso cuando no lo dejaban afirmar nada, con excepción de su sentencia, que "la representación empírica de las ditirámbicas aproximadas resultan una ambivalencia en el palimsesto mismo, una inversión del sumun, la transformación de lo empático en plasma de su otredad, una representatividad subliminal del omnnio y su poyesis, o algo así más o menos" (sic).