www.cubaencuentro.com Martes, 29 de abril de 2003

 
  Parte 1/2
 
La pesadilla chavista
El gobierno venezolano quiere convencer al mundo de que la situación del país es normal, pero el conflicto se ha agravado tanto que se podría producir un estallido social.
por YAMILA RODRíGUEZ EDUARTE, Caracas
 

Los 1500 días de revolución bolivariana han sido una pesadilla para los venezolanos. El país se cae a pedazos frente a los ojos indiferentes de Hugo Chávez, a quien sólo le interesa mantenerse en el poder a toda costa. No se da cuenta que ha tensado demasiado la soga y en cualquier momento se puede romper arrastrándolo todo.

Lula da Silva
Vicepresidente venezolano Rangel, presidente brasileño Lula da Silva.

La estabilidad en Venezuela nunca ha estado tan amenazada como ahora. Aunque los dirigentes chavistas se empeñan en hacerle creer al mundo que la situación del país está normal, lo cierto es que el conflicto se ha agravado tanto que podría producirse un estallido social. El cóctel explosivo tiene varios componentes. La peor crisis económica de la historia, el recrudecimiento de la represión contra los dirigentes opositores, y la desesperación de la mayoría que infructuosamente busca una salida electoral. Cualquiera de estos elementos podría individualmente encender la mecha.

El país se ha vuelto ingobernable, pero al chavismo no le conviene darse por enterado. Abandonar el poder no está en la agenda de los revolucionarios instalados en el palacio de Miraflores, quienes piensan prolongar su estancia hasta el 2021, como lo ha reiterado el gobernante venezolano. La oposición lleva más de un año intentando buscar una solución al conflicto por la vía electoral, pero todos los esfuerzos han sido inútiles. Las interminables marchas, el paro general de más de 60 días, la recogida de más de cuatro millones de firmas pidiendo la renuncia de Chávez, o el adelanto de las elecciones, no consiguieron que el oficialismo aceptara medirse en las urnas.

A estas alturas creerle al gobierno bolivariano es muy difícil. Los que viven aquí se muestran escépticos cuando escuchan las declaraciones de los representantes oficiales. Han sido tantos los embustes, que pocos creyeron en el mensaje de tranquilidad que esta semana le transmitió el vicepresidente venezolano, José Vicente Rangel, a varios gobernantes sudamericanos. La idea era convencerlos de que en el país no está pasando nada. También les dijo que el tema de la salida electoral —planteado por la oposición de manera prioritaria— está prácticamente resuelto, a través del referéndum revocatorio.

Rangel aseguró que la oposición "reconoció implícitamente que el único camino para superar la crisis es la planteada por el gobierno del presidente Hugo Chávez, que es a través de una revocatoria del poder constitucional, si es que por lo menos un 20% del electorado así lo decide".

Lo que no dijo el funcionario chavista es que el gobierno se ha negado a ponerle fecha al referéndum revocatorio, que sólo podrá realizarse después del 19 de agosto de 2003, cuando Chávez cumpla la mitad de su mandato. Dado que la conformación del Consejo Nacional Electoral —encargado de llevar adelante este proceso— aún está en ciernes, la consulta popular podría demorar bastante tiempo. Quizás tendría lugar en el 2004, una fecha demasiado lejana teniendo en cuenta la gravedad de la situación.

Otro olvido conveniente fue que la oposición ya recogió más de cuatro millones de firmas pidiendo la consulta popular, mucho más de los 2,2 millones que se necesitan para revocar el mandato de Chávez. La recolección de firmas es otro de los escollos para la convocatoria al referéndum. El vicepresidente venezolano ha reiterado ante la prensa de su país que la oposición deberá repetir el proceso porque "esas firmas que tienen no sirven".

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