www.cubaencuentro.com Martes, 29 de abril de 2003

 
  Parte 1/2
 
Nombrar las cosas
Chile: La represión contra la oposición pacífica en Cuba y la postura del Gobierno de Ricardo Lagos.
por MIGUEL CABRERA PEñA, Santiago de Chile
 

Todo el que lo vio lo recuerda, y además lo admira. Ricardo Lagos, en la época de la dictadura en Chile, levantaba el índice frente a las cámaras de televisión y le decía a voz llena al general Augusto Pinochet que era un asesino. Eso era llamar las cosas por su nombre. Pero los años han pasado y Lagos ahora es presidente. Nombrar las cosas es más
Ricardo Lagos
Presidente chileno Ricardo Lagos.
que el título de un importante libro de poesía. Ahora Lagos piensa y repiensa… Ya no es su persona la única que se involucra en sus dichos: ahora atiende a las oscuras redes de la política.

La ola represiva que desde hace varias semanas lleva a cabo el régimen de La Habana contra la disidencia y el periodismo independiente merece, según la opinión de anchos sectores políticos chilenos, una declaración oficial de censura por parte de su Gobierno. Una reciente consulta en la Cámara de Diputados arrojó la abrumadora cifra de sesenta votos a favor de la condena y uno en contra.

Para intentar justificar su negativa a lo que desde antes se le exige en torno al problema cubano, Lagos señaló hace poco que el ritual de las condenas en Ginebra no tiene resultados efectivos en la mejoría de los derechos humanos. Esta conclusión contradice la actitud del mismo mandatario respecto a Pinochet. Lagos lo condenó no una, sino muchas veces, y sabía que ello no afectaría significativamente a la dictadura. Porque el tema, más que de efectividad —una efectividad que sólo saldrá de la lucha interna de los cubanos—, es moral.

El Gobierno chileno no parece aún dispuesto a enajenarse totalmente a la izquierda ortodoxa que simpatiza con el régimen cubano, y que constantemente le reprocha la renuncia de supuestos principios como el apoyo a La Habana. Aunque hasta hoy tales reproches pesan de alguna manera en el socialista Lagos, las relaciones con la Isla podrían incrementar peligrosamente su temperatura.

De acuerdo con algunos observadores, el voto de Santiago a favor del tímido documento que se espera sea aprobado en la Comisión de Derechos Humanos en la ciudad suiza, quizá se convierta en el punto de partida de un cambio en las relaciones hacia Cuba. Ésta, como es de esperar, recibirá el anuncio de la nueva derrota con toda la furia de su habitual diccionario.

El liderazgo que por su estabilidad económica y social se abre en Latinoamérica la nación austral, llevó a La Habana a incluir a Chile entre los países con los que intenta limar asperezas, y si es posible variar el voto prometido en Ginebra. Con tal objetivo, arribó a Santiago el vicepresidente de la Asamblea del Poder Popular, Jaime Crombet. Las reuniones del agente castrista no alcanzaron a mellar los criterios prevalecientes.

Es más, en el contexto de la visita la Organización de la Democracia Cristiana de América, ODCA, integrada por treinta y un partidos y veintiséis países, se adhirió aquí al proyecto de acuerdo en la Cámara de Diputados, y además le incorporó tres puntos: la solidaridad de sus miembros con los detenidos y procesados, el rechazo a la actitud que ha adoptado el Gobierno cubano con la legítima manifestación de los disidentes, y la necesidad de que todos los países americanos intercedan por la libertad de los presos como consecuencia de juicios sumarios. Crombet, sin duda, no llegó con buen pie a la patria de O'Higgins.

El Partido Demócrata Cristiano, integrante principal de la coalición de gobierno, ha sido siempre un adversario de Castro, y fueron precisamente dos de sus miembros los que auspiciaron la reciente votación en la Cámara. La jefa de la cancillería, Soledad Alvear, también democristiana, tendrá de alguna manera que solucionar el conflicto entre su militancia y su actitud en el Gobierno, tironeo que los medios de prensa no tardarán en cuestionar y que comprende también a su esposo, Gutenberg Martínez, presidente de la ODCA. Navegar en dos corrientes es un esfuerzo que desgasta, y más para una dama que las encuestas colocan en los primeros sitios entre los presidenciables.

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