En el caso del Convenio de Cotonú y las relaciones con la Unión Europea, La Habana ha perdido la iniciativa. Fue la Comisión Europea la que decidió, el pasado 30 de abril, "archivar" la evaluación técnica sobre la petición cubana de adhesión al tratado.

Sichan Siv, embajador de EE UU en el Concejo Económico y Social de la ONU (ECOSOC), abandona el cónclave en protesta por la elección de Cuba como miembro de la Comisión de Derechos Humanos.

El pasado 18 de abril, en conferencia de prensa, el ministro de Asuntos Exteriores de Cuba, Felipe Pérez Roque, anunció que su Gobierno había decidido estudiar "seriamente" retirar su solicitud de ingreso (por segunda vez) al Convenio de Cotonú.

Una decisión de este tipo, como prácticamente todas las de cierta importancia en política exterior, sólo es adoptada si la aprueba Fidel Castro.

Sin embargo, parece que el gobernante estuvo muy ocupado dictando a sus taquígrafos el discurso de cuatro horas que pronunció en una Mesa Redonda Informativa, porque normalmente revisa estos textos hasta el cansancio, y hay que pasarlos en limpio varias veces.

En realidad, Castro debe estar preocupado porque, a pesar de todas sus provocaciones, no acaba de recibir la debida atención del presidente norteamericano, George W. Bush. Ahora resulta imprescindible presentar ante la opinión pública que Estados Unidos prepara una invasión contra Cuba. La manera de lograr una declaración más amenazante por parte de Washington debe ocupar gran parte de su precioso tiempo.

El asunto del Convenio de Cotonú quedó entre los temas pendientes, y fue la Comisión Europea la que se adelantó. O sea, Castro perdió la oportunidad de dar el primer golpe, que es en realidad lo que más le gusta.

El pasado 30 de abril, la Comisión decidió "suspender la evaluación técnica que tenía que hacer de la petición de Cuba", y que, en principio, debía dar a conocer el próximo mes de junio, dijo un portavoz.