www.cubaencuentro.com Viernes, 16 de mayo de 2003

 
  Parte 1/2
 
La soledad del Comandante
Venezuela: Castro y Chávez arden juntos en la quema de Judas del Domingo de Resurrección.
por YAMILA RODRíGUEZ EDUARTE, Caracas
 

Si todo en el mundo ya sucedió una vez y fue recogido en el Libro Sagrado de Ifá, sería bueno que los babalawos revelaran cuánto le queda a la pesadilla que durante más de 40 años ha arrebatado los sueños a los cubanos.

Domingo de Resurrección
Judas ajusticiado: Hugo Chávez arde en el Domingo de Resurrección.

Aunque la lógica más elemental concluya que ya queda menos, parece que los últimos años van a ser muy duros para los de la Isla. 2003 ha comenzado con malos augurios, tal como vaticinaron los babalawos cubanos. La alianza entre Eleguá, la divinidad regente este año, y Ochún, su acompañante, bastaba para ensombrecer el panorama. Pero los adivinos no contaron con que Fidel Castro, experto en empeorar las situaciones, iba a tensar la soga al punto que puede quebrarse.

En la Isla siempre pasa lo mismo. Cuando los cubanos creen que lo han visto todo y que las cosas no pueden ponerse peor, el Comandante hala la soga de forma sorpresiva y dolorosa. El último tirón lo sintieron con fuerza muchos "buscavidas" y opositores pacíficos condenados a penas tan largas que no parece posible que Fidel Castro esté vivo cuando salgan en libertad. El voraz apetito represivo del gobernante no distingue entre un "luchador de la calle", que se busca unos pesos inventando, y un luchador por los derechos humanos. Todos son considerados peligrosos, porque pueden subvertir el orden económico y político que ha petrificado al país desde 1959.

Como si la condena a 1454 años de prisión a los 75 disidentes enjuiciados no fuera un acto brutal, el fusilamiento de tres de los secuestradores de la lanchita de Regla fue un recordatorio de que la revolución siempre ha necesitado la sangre de sus hijos para sobrevivir. Fidel Castro, tal como lo comenzó, se ha propuesto terminar con broche de sangre su larguísimo reinado. Tres muertos más no hacen mucho peso en la pesada alforja que se llevará al infierno.

Más que a la comunidad internacional, que nunca le ha interesado, Castro pudiera estar enviando un mensaje de advertencia a sus coterráneos, sobre todo a los más jóvenes, que quizás pensaban que al anciano gobernante ya le estaba temblando el pulso para castigar, o mandar a matar a su gente.

Si algo bueno ha traído la ola de terror castrista es que algunas prominentes figuras de la izquierda han redefinido su posición con respecto a la revolución cubana. Muchos de los que han acompañado al proceso en diferentes etapas han dicho lo mismo que José Saramago hace unos días: "Hasta aquí he llegado. Desde ahora en adelante Cuba seguirá su camino, yo me quedo". Aunque tardío, es un gesto de gran significación. Esa ruptura abierta de Saramago con el régimen de Fidel Castro ha puesto a pensar a muchos, sobre todo a aquellos que todavía creen que la revolución puede salvarse.

El Comandante parece ansioso de llevar hasta las últimas consecuencias la condición de isla de Cuba. Para nadie es un secreto que la conducta brutal del Gobierno será castigada con un mayor aislamiento a nivel internacional. Pero al anciano gobernante no parece importarle. En los últimos días se ha apretado el cinto del traje verde olivo, dispuesto a un combate con medio mundo. La condena contra Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas provocó un estallido de ira. La Unión Europea en pleno fue calificada de "servil"; los gobiernos de Perú, Costa Rica y Uruguay, fueron llamados "viles lacayos del imperio".

Si en determinado momento algunas afirmaciones del Comandante pudieron parecer sublimes, ahora suenan ridículas. La solidaridad instintiva con el pequeño David en lucha constante contra el poderoso Goliat, ya casi no funciona. La reciente advertencia a los norteamericanos de que si invadían la Isla "sería la guerra de los 100 años" muestra cuán desconectado está Castro del mundo y de su propio país.

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