www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 2/3
 
Una jugada electoralista
Gabriel Salvia, director del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL), evalúa la política argentina hacia La Habana, entre otros asuntos.
por MICHEL SUáREZ, Valencia
 

En su opinión, ¿cómo evalúa el ciudadano común argentino al régimen cubano?

En el pueblo argentino hay un sector que simpatiza con la revolución cubana y con el castrismo. De hecho, los candidatos que admiran a Castro sacaron alrededor de un 4,5 por ciento de los votos, algo así como 850.000 votos. Son una minoría, pero son muy activos. Después está el resto de la población que, por supuesto, es totalmente crítica y condena el régimen cubano. Quizás la visita de Castro sirvió para eso: se han expresado en contra muchas más personas que las que nunca lo habían hecho. Yo creo que antes de la visita de Castro, el tema Cuba para Argentina no era doméstico. Y a partir de ahora ha pasado a serlo. Por otro lado, en el Parlamento también ha habido replanteos de algunos sectores que antes no seguían el tema ni eran conscientes de la solidaridad internacional que debían tener con los demócratas cubanos. Argentina dio una imagen negativa al mundo y creo que va a pagar las consecuencias, porque una democracia terminó festejando a una dictadura.

¿Cabe la posibilidad de que ambas diplomacias hubiesen pactado antes del viaje un acuerdo de "no agresión"?

Probablemente. Lo que a quienes somos críticos de la dictadura nos tomó por sorpresa, fue el viaje. No obstante, nosotros ya veníamos trabajando al margen de la visita. Hicimos un documento que firmaron 20 legisladores en el que se le pedía al presidente que adoptara una actitud similar a otros países de Latinoamérica y Europa a favor de la libertad de los disidentes detenidos. Estas son noticias que trascienden, pero no tanto como las ovaciones al dictador frente a las puertas del hotel o en un acto.

Recientemente, el Secretario de Estado norteamericano Colin Powell ha expresado que EE UU podría adoptar una política común con Europa en el tema Cuba, aunque no mencionó el destino del embargo económico. En ese terreno, ¿quién debiera seguir a quién?

Personalmente creo que el embargo es un obstáculo que ofrece argumentos al régimen: el típico argumento latinoamericano de que sus propios problemas se deben a otros de fuera. La pregunta es qué va a pasar si algún día se levanta el embargo. Yo creo que al margen de la estrategia y política exterior de cada gobierno, lo más importante ahora es convencer a los países que todavía tienen dudas de que Cuba es una dictadura. Eso es un hecho objetivo: los presos están en las cárceles y si se lee el Código Penal y la Constitución de Cuba, uno puede darse cuenta de que se violan los derechos humanos.

Unos días después de la visita de Castro a Argentina, la revista Insight Magazinepublicó que el gobernante había "perdido el conocimiento" durante una de sus actividades el 25 de mayo. ¿Se conoció algo en su país sobre ese supuesto desmayo?

La verdad es que no lo sé, yo no escuché nada de eso. Lo que sí a un médico le llamó la atención la posición de sus manos, que no las movía. Obviamente se le ve deteriorado. Acá no trascendió nada de eso, aunque muchas cosas no se publicaron. Por ejemplo, un periodista muy popular del programa de televisión Caiga quien caiga se acercó a Castro para preguntarle si era el dictador más simpático de América Latina, y tuvo que pasarse un día en el hospital. Le dieron una trompada y lo desmayaron. No sabemos si fue la seguridad de Fidel o algunos simpatizantes, pero fue agredido por hacer una pregunta que les molestaba. En los medios no salió nada. Ni siquiera en su programa se refirieron al tema. No obstante, ese periodista, después de escuchar —en la conferencia que dimos la semana pasada— todo lo que le pasa a las personas en Cuba, nos dijo que se sentía mal, pero lo que le había pasado a él era insignificante en comparación con lo que le sucedía a las personas dentro de Cuba.

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