www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
  Parte 1/3
 
La guerra de las precedencias
Un círculo vicioso de acciones y reacciones. Israelíes y palestinos hacen naufragar la Hoja de Ruta, mientras la ocupación parece eterna.
por LáZARO MONTES, Roma
 

Yaser Arafat es el blanco principal de las acusaciones de Estados Unidos e Israel con respecto al cumplimiento —cada vez más puesto en duda— de la promocionada Hoja de Ruta, que pretende la creación en 2005 del Estado palestino y una paz duradera en la zona. Frente a las reiteradas amenazas de Tel Aviv de que asesinará o exiliará por la fuerza a Arafat, la Casa Blanca opone sus criterios de forma pública, pero hace muy poco: en el Consejo de Seguridad votó en contra de una propuesta árabe que rechaza cualquier medida de deportación y que exhorta a dejar de amenazar la integridad física del presidente de la Autoridad Nacional Palestina.

Y. Arafat
Arafat, ¿solución o problema?

A este último se le identifica, no sin razón, con los grupos extremistas. A pesar de todo, Arafat es un símbolo, un peleador de muchos años que ha participado en varias guerras contra Israel, por lo que medidas de tal magnitud —en su contra— podrían, en vez de aplacar las llamas, avivarlas. Desde luego que ni George W. Bush ni el jefe de gobierno israelí, Ariel Sharon, están dispuestos a tratar la Hoja de Ruta con el presidente palestino.

A Arafat se le acusa, igualmente, de ser un negociador inflexible y de retomar las armas luego del diálogo que el ex presidente William Clinton convocara en Camp David en 2000. Sin embargo, es el propio Arafat quien reiteradamente ha llamado a los terroristas a deponer su actitud para facilitar el diálogo, exhortaciones que no cuentan, obviamente, con el crédito israelí. Es una flagrante ilusión que el gobierno palestino lleve a cabo las incitaciones de Sharon y Colin Powell, secretario de Estado norteamericano, sobre la necesidad de que reprima a los terroristas. Ello podría provocar —como han advertido expertos— una guerra civil intrapalestina, lo que convertiría a la zona en un río revuelto de sangre, donde el pescador Sharon acopiaría todas las ganancias.

Lo que muchas veces no se tiene en cuenta es que los grupos extremistas, que suelen aparecer como causas —cuando no son otra cosa que una consecuencia de la ocupación—, a menudo ven las circunstancias con ojos propios y llevan a cabo acciones, con independencia de la jerarquía política palestina, cuya capacidad de persuasión es limitada.

La renuncia del ex primer ministro Mahmud Abbas (Abu Mazen) tuvo lugar poco después de concluir la asmática tregua de escasas semanas decretada por los comandos radicales. La tregua fue suspendida oficialmente el 19 de agosto pasado, luego de la agresión que acabara con la vida de un dirigente del grupo radical Hamas, precedida (la del Medio Oriente podría llamarse "la guerra de las precedencias") por un brutal atentado suicida, y éste, a su vez, por una acción militar "preventiva" en la ciudad palestina de Nablus, que costó 4 muertos.

Israel jura que desaparecerá de la historia a todos los jefes de Hamas, cada uno de los cuales ya tiene designado su sustituto, en caso de que sean asesinados. La sobrevivencia de Hamas y del conflicto, en fin, están asegurados. No hay duda de que las acciones militares de Sharon, que constituyen una estrategia aunque en el quehacer diario aparezcan como respuestas, extravían el rumbo a la paz.

Lo medios occidentales ponen ahora sobre la mesa la facultad del nuevo primer palestino Ahmed Korei para ganar la confianza de Washington y Tel Aviv, mediante una gestión autónoma con respecto a Arafat, "que controla todo bajo cuerda", de acuerdo con analistas de variados colores.

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