www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
  Parte 1/4
 
Aislacionismo y amenaza nuclear
La reticencia norteamericana a trabajar en proyectos y pactos de colaboración internacional tiene en permanente jaque la seguridad nuclear del planeta.
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Pese las contundentes declaraciones que aparecen con frecuencia en la prensa, el gobierno del presidente George W. Bush no está haciendo lo suficiente para impedir que los elementos químicos imprescindibles para construir un arma de destrucción masiva caigan en manos terroristas. Hay materiales nucleares almacenados en zonas dispersas que no cuentan con una protección mínima. Están regados por el mundo sin que exista un control estricto sobre los mismos, y sin que se sepa con certidumbre el grado de seguridad con que se conservan.

Kim Jong Il
Peligro nuclear mundial: Dictador norcoreano Kim Jong Il.

Se estima que hay uranio enriquecido en 350 locaciones, ubicadas en cincuenta países. En algunas, la cantidad acumulada es muy pequeña. Pero en otras hay lo suficiente para hacer una o más bombas. Varias de estas zonas incluyen reactores de investigación que utilizan uranio enriquecido. Los reactores fueron provistos a los países por Estados Unidos y la extinta Unión Soviética en la época de la guerra fría.

Sin embargo, ese uranio enriquecido podría ser empleado ahora en la fabricación de armas atómicas, y se han modificado los vínculos norteamericanos y rusos con las naciones donde se hallan las instalaciones, o ya no existen los regímenes a los cuales se hizo entrega de equipos y componentes tan peligrosos. Los lugares más conocidos se encuentran en los territorios de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), pero no son los únicos. También hay en los países que formaban la Europa del Este, en el Medio Oriente y en África.

Si algunos de estos materiales no han caído aún en poder de los grupos terroristas se debe a un conjunto de circunstancias, en donde factores tan disímiles como la casualidad —quizá es mejor hablar de buena suerte— y la dedicación de varios agentes y departamentos de seguridad han jugado un papel preponderante. Pero no es gracias a que se han establecido los procedimientos, las leyes y medidas adecuados para evitarlo. La historia de los esfuerzos para evitar una catástrofe de tal naturaleza permanece encerrada en el más absoluto secreto. La incompetencia y la falta de coordinación para establecer una serie de normas que hagan que la seguridad mundial no sea un hecho fortuito está suficientemente documentada.

Lo lógico es pensar que no se han escatimado esfuerzos para controlar los depósitos de plutonio y uranio enriquecido —imprescindibles en la fabricación de bombas nucleares— diseminados por el mundo. Sobre todo a partir de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. La lógica no se corresponde con la realidad. Se ha avanzado algo, pero no lo suficiente.

Lo malo es que, en ocasiones, la administración norteamericana tiene atadas las manos para actuar de forma rápida y simple. Lo peor es que, en otras, su propia ideología le impide hacerlo. Más desalentador todavía resulta que tanto republicanos como demócratas están aferrados a sus puntos de vista disímiles sobre el problema. Peligroso en extremo es que parece posible que no se llegue a un acuerdo en un futuro cercano.

Hubo un caso donde la colaboración internacional sirvió para librar al mundo de un grave peligro nuclear, pero este ejemplo ilustra más lo mucho que aún falta por hacer, que los resultados alcanzados. La amenaza se mantuvo por años, sin que se destacara lo suficiente en la prensa internacional y sin que preocupara en exceso a los gobernantes del país más poderoso del planeta y a los mandatarios de otros estados. Antes de solucionarse, la situación enfrentó los obstáculos más disímiles y por diez años el peligro se mantuvo latente sin que se llegara a un acuerdo para poner fin a la amenaza.

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