La sociedad boliviana atraviesa, una vez más, por una crítica situación. La democracia que hace poco más de dos décadas se instauró en el país muestra la profundidad de sus ahogos y sus grietas. Estas se acompañan, como siempre sucede en estos casos, de una dura crisis económica que afecta a vastos sectores sociales, en particular a los más vulnerables.

Ex guerrillero Quispe (dcha) a presidente Mesa (centro): 'Va a haber sangre, lucha, rebeliones'.

El gobierno de centroderecha de Gonzalo Sánchez Lozada, que ganó unas apretadas elecciones en agosto del pasado año, ha cedido su lugar al vicepresidente Carlos Mesa, que se opuso a su política. Éste encabezará, aunque por tiempo menor al que le restaba a su predecesor —hasta 2007—, un gabinete de independientes.

El país ofrece la imagen característica del paso de las tormentas y el flamante gobierno es un síntoma inequívoco de ello. En pocos meses tendrá que responder a las expectativas de las fuerzas que protagonizaron las violentas algaradas —cerca de 70 muertos y centenares de heridos— que desde septiembre pasado estremecieron la nación del altiplano.

Evo Morales, jefe de los cocaleros, líder del Movimiento Al Socialismo y ex candidato presidencial, se acaba de comprometer en una tregua, al igual que otras fuerzas que se opusieron al derrocado Sánchez de Losada, intelectual y empresario formado en Estados Unidos, con un mandato anterior y que habla el español con apreciable acento. Morales, a las puertas de la Cumbre Iberoamericana de Bolivia, ha sumado un nuevo matiz al clima político del país al elogiar a los regímenes de Castro y Chávez, e intentarles organizar una concentración-homenaje durante el foro.

No obstante, peor le ha ido a Mesa con el diputado indigenista Felipe Quispe, ex guerrillero y pionero en el bloqueo de las carreteras. Este supervisará al gobierno durante 90 días, y si entiende que no sirve a los intereses que representa, ha amenazado con volver a las calles.

Utilizando el altisonante y muchas veces errático vocabulario político al uso en Bolivia, Quispe aseguró que luego de ese lapso "va a haber sangre, lucha, rebeliones". Es, en esencia, el mismo instrumento que utilizó Sánchez de Lozada, cuando en vez de proponer senderos creíbles de atenuación a los males domésticos, se desmoronó denunciando financiación extranjera en la raíz del proceso que pusiera fin a su mandato.

A pesar de que la oposición no actúa como enteramente homogénea, no hay duda de que la arquitectura de la rebelión está vigente, y que mantendrá bajo vigilancia lo que a partir de ahora suceda.

El nuevo jefe de Estado no sólo tiene delante una labor que parece una montaña en lo económico, político y social, sino que le han situado un reloj para escalarla. En un criticado compromiso, él mismo, además, se restringió en tal sentido, pues piensa que un gabinete sin apoyo en los partidos no puede desempeñarse por un período extenso. El Congreso se encargará de determinar la fecha de los próximos comicios.

Mientras la verdad sobre el presente boliviano parecía perderse hace unos días entre las acusaciones de baja traza, las estadísticas amañadas, los cálculos distorsionados y las exigencias fementidas, el tema del gas sigue señoreando el ámbito nacional. Bolivia posee yacimientos que se calculan en 53 trillones de pies cúbicos, cuya venta garantizada a México y Estados Unidos ayudaría al país a amenguar la situación que lo corroe.