En lo que se refiere a las relaciones con la Unión Europea, el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Felipe Pérez Roque, ha decidido regresar al tono más ortodoxo y abandonar las poses diplomáticas, o los matices que puedan dar a entender que La Habana tiene el propósito de mejorar sus vínculos con los países del Viejo Continente.

Bielsa en Cuba: ¿gestión de la deuda o derechos humanos?

El pasado 3 de octubre, Pérez Roque sorprendió a algunos observadores incautos con un discurso en el cual expresaba los deseos de su país de "superar" el clima vigente con la Unión Europea (UE).

"En la actual situación los gobiernos de la Unión Europea no han actuado hacia Cuba con la madurez, la presencia de ánimo, la amplitud de miras que la misma requería. Y nos duele, además, que haya doble rasero, que se trate a Cuba de una manera distinta a como se hace con otros países", concluyó Pérez Roque en la clausura de la XI Conferencia Internacional de Estudios Europeos.

"Por eso se ha creado una discrepancia que nosotros creemos que puede resolverse, pero se necesita para ello un proceso", recalcó, luego de hacer un recuento de las relaciones de La Habana con Europa.

Sólo diez días después, el canciller cubano cambió de tono y afirmó que las relaciones entre el gobierno de la Isla y la Unión Europea (UE) están "congeladas", porque esta última ha "claudicado", ha sido incapaz de mantener una política independiente hacia La Habana, y es el "último vagón de tren" de Estados Unidos.

En tono altanero, ese que tanto gusta a su mentor Fidel Castro, el ministro cubano de Exteriores agregó sobre el estado de las relaciones con la UE —en crisis desde junio pasado— que "se mantiene el congelamiento y la posición de Cuba de que a Cuba hay que respetarla".

Repitió la cantinela acerca de que los gobiernos de la UE "han claudicado a instancias del presidente del gobierno español, José María Aznar, del británico, del italiano, que encabezaron una política de ruptura con Cuba, de alineamiento automático, de relaciones carnales con la política norteamericana hacia Cuba".

¿Alguien le haló las orejas a Pérez Roque por sus declaraciones del 3 de octubre? Lo más probable es que el propio ministro cubano se haya dado cuenta de que su lenguaje de aquella ocasión podría interpretarse como un gesto conciliatorio (así lo entendieron hasta algunos disidentes cubanos) y trató de afinar la puntería.

En la "nomenklatura" cubana, los que sobreviven son aquellos que adoptan las posiciones más radicales, y estamos en una época en la cual el Máximo Líder no deja de lanzar, a diestra y siniestra, los insultos más procaces, como llamar "lamebotas" a un presidente, o "pequeño Hitler" a un jefe de gobierno.

Así las cosas, Pérez Roque debe saber que no está en ese puesto para usar un lenguaje diplomático. Las "señas del catcher" para usar un tono conciliatorio, en relación con la Unión Europea, no fueron muy bien interpretadas, o nunca fueron transmitidas por Castro. Aunque hay que reconocer que en sus declaraciones del 3 de octubre, el ministro cubano de Exteriores dijo que era la UE la que tenía que "rectificar" su política para con La Habana.

En lo que parece una acción bien coordinada de la "diplomacia" cubana, el mismo día, en París, el embajador de Cuba en Francia, Eumelio Caballero Rodríguez, restó importancia al impacto económico de las sanciones impuestas al gobierno de Castro por la Unión Europea, tras la ola de detenciones del pasado mes de abril.