www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
  Parte 1/2
 
¿Política exterior o chantaje?
O todo o nada. El canciller cubano amenaza a México con relaciones de bajo nivel, si no cambia su voto en Ginebra.
por LáZARO MONTES, Roma
 

Las que fueran durante décadas plácidas relaciones entre el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y La Habana han sufrido, en los últimos años, más de una recaída. A la mirada aquiescente de Washington, el PRI no se cansó de mostrarle lo que podía suceder en el país azteca si la Casa Blanca no cedía a sus necesidades más imperiosas. Podía surgir una nueva Cuba.

Vicente Fox y Fidel Castro
Fox, Castro: ¿Podría repetirse una imagen así?

Aunque con los presidentes Carlos Salinas y Ernesto Zedillo tuvo Fidel Castro más de un encontrón, las cosas empeorarían con los primeros resultados del Tratado de Libre Comercio y con el arribo a la primera magistratura de Vicente Fox, un político de centro derecha. El acuerdo comercial despejaría no pocas dudas entre los vecinos que comparten una enorme frontera. Cuba, en tanto, había dejado de ser una amenaza.

También se ha escrito que los vínculos amistosos con la Isla sirvieron para evitar la formación de focos guerrilleros en la patria de Juárez, cuando estos pululaban en América Latina. Por cierto, que un libro del ex coronel y hombre del Che en Bolivia, Dariel Alarcón Ramírez (Benigno), relacionaría a La Habana, sin objeciones, con la guerrilla zapatista.

Después del voto mexicano en la más reciente reunión de Derechos Humanos de Ginebra, la vieja complacencia, que ya andaba en desequilibrio, se derrumbaría. Uno de sus puntos culminantes emergió de lo que un periodista llamaría "la traición de Castro al carácter campechano de Fox", quien nunca pensó que el "comandante" divulgara una conversación telefónica sobre la cual se había comprometido a guardar silencio. El suceso —y la grabación del diálogo— dieron entonces la vuelta al mundo.

En el fondo —y así lo expresó el gobierno de Los Pinos—, la ira de Castro hallaba su raíz en el voto de ese año en Ginebra, donde había perdido una vez más. Así, en un comunicado, el vocero del Ejecutivo calificó la actitud del Castro de revanchista.

La popularidad —para algunos, inexplicable— de que goza aún el sistema cubano entre ciertas capas poblacionales y políticos de izquierda mexicanos, pesaron mucho en la destitución del canciller Jorge Castañeda, promotor, según La Habana, de la decisión de su gobierno en la ciudad suiza. Castañeda fue blanco de varias embestidas del mandatario isleño, quien por esos días también había declarado una guerra de adjetivos contra su homólogo uruguayo Jorge Batlle, quien finalmente decidió, ante el "tono de los agravios", retirar a su embajador de la Isla.

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