En unos días, los principales partidos políticos españoles se enfrentarán a la decisión de las urnas, en unas elecciones generales marcadas por la decisión personal de José María Aznar (Partido Popular, en el gobierno) de no presentarse a un nuevo período y por un ligero repunte del Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

Mariano Rajoy: 'Quiero hacer un poco más y un poco mejor que lo que Aznar ha hecho estos años'.

Cuando el 14 de marzo los ciudadanos entreguen su voto, estarán decidiendo la composición del Parlamento, que a la vez tendrá la misión de elegir por mayoría absoluta al presidente del Gobierno y proponérselo al Rey para su confirmación.

La campaña electoral ha estado signada por el debate sobre las políticas antiterroristas, el modelo de Estado y la gestión económica del Partido Popular (PP). Tales cuestiones han sido utilizadas por los grupos políticos para presentar sus propuestas de cara a la próxima legislatura, e incluso para atacarse descarnadamente.

El PSOE, con su candidato presidencial José Luis Rodríguez Zapatero, intenta convertirse nuevamente en la primera fuerza política del país, luego de los descalabros electorales de 1996 y 2000, cuando Felipe González —tras 14 años en el poder— y Joaquín Almunia, respectivamente, perdieron ante Aznar.

Los escándalos de corrupción y la alta tasa de desempleo durante los gobiernos socialistas de González, dejaron al PSOE en una situación límite en la confianza de los ciudadanos. Aznar necesitó en 1996 del apoyo del Partido Nacionalista Vasco (PNV) y de Convergencia y Unión de Cataluña (CIU) para alcanzar la aprobación del Parlamento, pero el empuje económico de sus primeros cuatro años de administración le premió con la mayoría absoluta en 2000, lo que le permitió gobernar en solitario.

Sin embargo, para muchos analistas, dicha mayoría —como todas, diría algún otro— ha resultado perjudicial para el entendimiento de las formaciones y el desenvolvimiento de las políticas de Estado. De hecho, en el segundo mandato de Aznar, el PP se enfrentó más de una vez a toda la oposición en el Congreso de los Diputados, aprobó leyes sin escuchar la opinión del resto y desestimó otras sin dar mayores explicaciones.

Posiblemente sea el aislamiento mostrado por el PP, a partir del año 2000, la causa de cierta indefinición del voto en 2004, donde el candidato popular Mariano Rajoy aún no tiene asegurada la mayoría absoluta heredada de su predecesor. En la citada etapa, el gobierno español se enfrentó a la huelga general de junio de 2002, decretada contra medidas que en opinión de los sindicatos disminuían derechos laborales consagrados en la Constitución. La ley se aprobó por un mecanismo de urgencia, sin debate parlamentario, y luego tuvo que ser rectificada en sus aspectos esenciales.

Sin embargo, el apoyo del gobierno español a la guerra en Irak, las manifestaciones callejeras en contra de las decisiones del gobierno al respecto y la deficiente gestión administrativa ante el desastre ecológico del Prestige, marcaron el mayor conflicto entre la clase política gobernante y los ciudadanos de a pie.

Asimismo, el incremento incontrolado de los precios de la vivienda —se habla de subidas de hasta el 20%— y el incremento de la inseguridad ciudadana, han hecho alguna mella en la solidez mostrada por el PP cuatro años atrás. Son temas esenciales para los ciudadanos, muchos de los cuales no tienen afiliación política definida y votan por el mejor postor.