www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
  Parte 1/2
 
Ideología de la miseria, miseria de ideología
Castro y la tragedia de España. Cero humildad, mucho oportunismo.
por ANA JULIA FAYA, Ottawa
 

Los analistas internacionales cometen un serio error al calificar al régimen cubano como un gobierno de izquierda. Más allá de cualquier teoría que podamos articular al respecto, se trata, entre otras cosas, de que las verdaderas izquierdas —aun las más destructivas— tienen su fuerza originaria de movilización en sentimientos humanistas. De amor, como dijera Guevara.

M. M. Rodríguez
Michael Mitchell Rodríguez: Ni una sola palabra en la prensa oficial cubana.

Los que hace años fueron a alfabetizar, participaron en campañas de siembras, de vacunación, ayudaron a la Defensa Civil en medio de ciclones, donaron sangre para peruanos y nicaragüenses, o incluso integraron las milicias, lo hicieron poseídos de sentimientos de amor, por paradójico que resulte esto último. "Por amor se está hasta matando", dijo Pablo Milanés sin desarrollar la idea más allá. Nos hubiese hecho falta.

En Cuba no sólo existe un sistema burocratizado, alejado de los sectores de población que dice representar, sino muy alejado también de los ideales que proclamó inicialmente cuando reclamó el apoyo popular, y que muchos abrazamos en aras de lograr un futuro mejor para esos mismos sectores en nuestro país.

La sordidez de los intereses de su gobernante hace que se desarrolle en el país una política controvertida que se da de bruces con la entrega desinteresada y humanista en la cual se pretende apoyar todavía el mensaje de su propaganda oficial. La movilización del odio y la intolerancia, las rencillas políticas, los enfrentamientos constantes y sin responsabilidad alguna, ante sus consecuencias para más de once millones de personas, se hacen presentes en el cotidiano de vida cubano.

Hoy se hace la ideología de la miseria y prevalece una miseria ideológica. La reacción reciente del gobierno cubano ante los ataques terroristas en Madrid es prueba de ello.

A Fidel Castro, en su mensaje al Rey de España, le faltó la humildad necesaria —la que nunca ha tenido— ante la excepcional tragedia española. No había que mencionar las "experiencias terroristas" sufridas en Cuba. No era momento para hacer comparaciones, ni para recordar las posiciones políticas de uno y otro país. No se envió el mismo u otro mensaje a José María Aznar como jefe del Gobierno, con independencia de las rivalidades entre ambos gobernantes.

De haberse presentado y resultar reelecto, Aznar hubiera iniciado su mandato sin la imprescindible y esperada solidaridad de un país con el que se mantienen amplias relaciones económicas, históricas —y todavía diplomáticas—, en un momento de luto y desconcierto que exige de cualquier partido en el poder altura, mesura y apoyo internacional con las víctimas de una agresión injustificable y cruel, con independencia del prisma ideológico con que deseen mirarse sus antecedentes. Al menos, los lazos de afecto y familiares entre los pobladores de Cuba y España lo exigían.

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