www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
  Parte 1/3
 
El ajedrez atómico
Una historia de las transiciones: ¿Qué hizo a Gorvachev rechazar la 'doctrina Brezhnev' que precipitó en el caos a los partidos comunistas de Europa del Este?
por JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

El período que engloba la década de los setenta se caracterizó por el violento desarrollo militar soviético que tenía alarmado a Occidente. El Kremlin pensó que había invertido a su favor el balance de fuerzas militares y nucleares del planeta. Sus pasos siguientes se encaminaron a la construcción de sistemas defensivos anticohetes. El hecho fue que en 1972, los soviéticos insistían en una incorrecta definición del imperativo "detente".

M. Gorbachov
Ex presidente soviético Gorbachev.

La autosuficiencia e ilusión de fortaleza que emanaba del bloque soviético se reflejó en sus ideólogos, que pregonaban cómo la corriente de la historia se movía en su dirección, y tildaban la crisis energética como un fenómeno propio del capitalismo. De no haber tropezado con los yacimientos siberianos a principios de 1970, y con un mercado que pagaba a precio de oro el hidrocarburo, el derrotero de la Unión Soviética, la Europa del Este, los estalinismos tercermundistas, e incluso, de la carrera armamentista y la misma perestroika, hubiese tenido lugar dos décadas antes.

Convencidos de que a Estados Unidos le resultaba difícil recuperar la iniciativa estratégica internacional, la Unión Soviética introducía el elemento "terrorismo" en mayores proporciones, abalanzándose sobre países fuera de la cobertura militar de la OTAN. En términos imperiales, la "era Brezhnev" propició el alcance de la paridad en los sistemas de armamentos estratégicos de Estados Unidos, y la superioridad en ciertos campos. La Unión Soviética buscaba desconcentrar su arsenal nuclear del territorio soviético, para hacerlo menos vulnerable a un primer golpe atómico, sobre todo ante su inferioridad en bombarderos estratégicos y submarinos.

Los soviéticos realizaron una movida en Europa con el objeto de quebrar la alianza atlántica, al reemplazar su vieja cohetería con los efectivos SS-20, dirigidos hacia la masa continental. Moscú estaba convencido de la incapacidad norteamericana para responder. Europa perdió confianza en la alianza Atlántica ante la ausencia de una respuesta norteamericana adecuada a los casos de Afganistán, Angola, Etiopía, Kampuchea e Irán, al punto de que muchos de sus politólogos consideraban como un hecho de realpolitik el que los soviéticos, como imperio, controlasen un número de Estados "clientes".

Pero fallaron en prever que el emplazamiento de los SS-20 sería tomado en Occidente como un acto de provocación. Las administraciones norteamericanas de Jimmy Carter y luego de Ronald Reagan lucharían por solventar el desbalance atómico, en una pugna tecnológica en la que la capacidad industrial y científica de Estados Unidos hizo polvo los sueños moscovitas de mantener la supremacía militar mundial.

Si la carrera armamentista soviética fue cuantitativa, la norteamericana durante la era de Reagan se caracterizó por lo cualitativo. A un costo de dos trillones de dólares, Estados Unidos emprendió la más elevada producción bélica en época de paz, elevando significativamente la calidad de sus fuerzas armadas, y creando un novísimo arsenal sofisticado. La introducción de tecnologías de punta en los armamentos posibilitó restaurar la confianza de Occidente e hizo más vulnerable a los soviéticos.

La modernización llevó a la instalación del ultrarrápido cohete Crucero y el preciso cohete Pershing-II, a sólo 12 minutos de los centros de mando y radares del arsenal atómico soviético, alterando la superioridad táctica en el escenario europeo a favor de la OTAN, y concediendo a Washington la posibilidad de lanzar un primer golpe nuclear decisivo.

Como corolario, en marzo de 1983, el presidente Reagan anunció la decisión de no aceptar la vulnerabilidad permanente de total destrucción, y por lo tanto, de defender el país de la amenaza atómica soviética con una compleja defensa anticohetes desde el espacio y a un costo horroroso. Esto fue conocido como la Iniciativa de Defensa Estratégica, que en el lenguaje corriente se denominó la Guerra de las Galaxias. La defensa espacial de Reagan resultó el resorte fundamental para que los soviéticos retornaran a la negociación sobre control de armamentos, como la única posibilidad de detener el programa de defensa estratégica.

La Defensa Estratégica no fue recibida en los círculos militares soviéticos como una simple escalada de la carrera armamentista, sino como el comienzo de la introducción de armamentos de nuevo patrón, basados en principios físicos inexplorados. De golpe, la sofisticada tecnología militar norteamericana transformó en obsoleto el recién concluido arsenal militar soviético —incluido sus cohetes intercontinentales, que acumularon durante la Guerra Fría—, fabricado con tecnología de la inmediata posguerra, y para el cual habían sacrificado el desarrollo del bloque comunista y los niveles de vida de toda una generación.

Una historia de las transiciones
Los orígenes del cambio
JFB, Miami

Esta estrategia, imposible de igualar, los obligaba a tomar una decisión maximalista, al no quedarles ni siquiera el recurso de un ataque masivo sorpresivo de saturación atómica. En palabras de Yuri Andropov, entonces primer secretario del PCUS, luego de instalado en el espacio este escudo antiatómico, Estados Unidos estaba en capacidad de propinar, sin el menor riesgo, un primer golpe nuclear aniquilador sobre el territorio soviético.

Ya agotados, y con una maquinaria industrial añosa, los soviéticos no pudieron reiniciar una nueva y sostenida carrera armamentista, esta vez más costosa por la novedosa tecnología y el encarecimiento de las materias primas, lo cual requería de industrias altamente eficientes y de abundante capital inversionista. Después de la moratoria nuclear, la cumbre de ambas potencias en Reykiavik y los acuerdos sobre las armas estratégicas en suelo europeo, el alto mando militar soviético y los conservadores del aparato partidista avizoraron su fin.

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