El hombre subió por las rampas que conducen al Palacio Presidencial, para solicitar una audiencia. La respuesta fue negativa.

Presidente brasileño Lula: ¿El exceso de entusiasmo acelera la frustración?

Entonces, se colocó frente al imponente edificio de cristales, empapó su cuerpo con alcohol y se prendió fuego. No, el hecho no se produjo en ningún país asiático. Ocurrió el pasado 13 de abril, en Brasilia, y José Antonio Andrade de Souza, de 30 años, sufrió quemaduras de tercer grado en el 60 por ciento de su cuerpo.

Se puede argumentar que es un episodio puntual, de poca importancia. Es cierto que los presidentes no pueden recibir a todos los ciudadanos que solicitan audiencia. Pero es un síntoma más de que las grandes expectativas levantadas tras la llegada a la presidencia de Brasil del ex obrero metalúrgico, Luiz Inácio Lula da Silva, comienzan a dar paso a una sensación de descontento, ante promesas que han sido incumplidas o postergadas.

En medio de una ola de invasiones a fincas y haciendas, organizada por el Movimiento de los Sin Tierra (MST), una comisión reveló que creció en un 70 por ciento el número de personas muertas en conflictos en el campo, entre 2002 y el año pasado.

Según la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT), vinculada a la Iglesia Católica, en el año 2002 se reportaron 43 asesinatos, elevándose a 73 el número de víctimas el año pasado. No olvidemos que ya Lula da Silva lleva más de 15 meses en el poder, así que estos hechos se produjeron bajo su mandato.

Los trabajadores de la tierra, generalmente, son asesinados a tiros o cuchilladas a manos de empleados de los hacendados. Esta es la mayor cifra registrada desde 1990, cuando las víctimas mortales fueron 82 personas.

"Los trabajadores y las trabajadoras del campo creían que había llegado la hora de un cambio profundo, que la reforma agraria finalmente se iba a producir", dijo Tomás Balduino, presidente de la CPT.

Más de un año después de la toma de posesión de Lula, se siente "decepcionado, una decepción compartida por diversos sectores", agregó Balduino. Brasil tiene una de las más dispares distribuciones de la tierra en el mundo, con cerca del 90 por ciento en manos del 20 por ciento de la población, mientras que el 40 por ciento más pobre apenas posee el uno por ciento.

Fin de la tregua

El pasado 2 de abril, el presidente brasileño reafirmó el compromiso de su gobierno con la reforma agraria, que consiste en asentar a 400.000 familias de campesinos sin tierra antes de concluir su mandato, en diciembre de 2006. Pero, la realidad es que el gobierno de Lula da Silva se había comprometido a asentar no menos de 60.000 familias campesinas, en su primer año de gestión, y la cifra apenas llegó a 35.000.

Las nuevas ocupaciones de tierra por el MST, durante el mes de abril, supusieron el fin de la tregua que la organización había acordado con el gobierno de Lula, en noviembre del pasado año. Según una encuesta realizada por el Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística (Ibope), que fue dada a la publicidad el pasado 7 de abril, Lula da Silva perdió en una semana siete puntos de popularidad. Pasó del 60 para el 53 por ciento.

Aun así, una popularidad por encima del 50 por ciento, después de más de un año de mandato, despertaría la envidia de muchos presidentes latinoamericanos. Pero, ¿qué sucederá si se mantiene a ese ritmo la pérdida de confianza?