www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
   
 
Adiós al Estado de bienestar
La reforma de Gerhard Schröeder podría enderezar el desempeño económico en Alemania, pero ¿a costa de qué?
por MIGUEL CABRERA PEñA, Santiago de Chile
 

Alemania, todavía la primera potencia económica europea y su legendaria locomotora, a duras penas está emergiendo de tres años de estancamiento económico. Para tratar de combatir una crisis que llevó a la nación a mostrar un nivel salarial inferior de un 30 por ciento al de Estados Unidos, el canciller Gerhard Schröeder labora en tres principios: reforma estructural, control del gasto público y flexibilización del mercado laboral.

Canciller alemán
Canciller alemán Schröeder (izq.).

El duro impacto social que se prevé como resultado de las medidas ha echado a la calle, en protestas iracundas, a decenas de miles de ciudadanos, particularmente en los territorios de la otrora República Democrática Alemana. A pesar de los ingentes recursos invertidos y de enormes gastos sociales, quince años han sido insuficientes para equilibrar a ambas porciones del país centroeuropeo.

Con aplomo rayano en la insolencia, el presidente Horst Köhler dijo a la prensa que quien quiera eliminar las diferencias solidificará las subvenciones estatales. Contra esto exactamente se dirigen la estrategia y los afanes del liderazgo nacional. Köhler proclama que a los ciudadanos del Este no les queda más remedio que resignarse.

Aun bajo el peligro real de que las manifestaciones se extiendan y luego de haber perdido todas las elecciones estaduales desde comienzos de 2003, fecha en que se inicia la implementación de la reforma, Schröeder se mantiene firme en lo que se ha dado en nombrar su agenda 2010.

¿Por qué se protesta en una de las economías más poderosas del planeta? Un diario germano expuso sin vaguedades que los impuestos que se desprenden de las reformas laborales lo pagaran los trabajadores, así como los beneficios del desempleo y la ayuda social. Los subsidios a la consulta sanitaria, los medicamentos y los servicios especializados de salud son ya solidaridades pretéritas.

Aunque políticos de diversa filiación, funcionarios y expertos oficialistas ven en las reformas una manera de activar el mercado laboral, fortalecer la economía y agilizar la colocación de cesantes, los opositores no se dejan convencer. Hay que recordar que en varias regiones del este de Alemania la desocupación ronda desde hace mucho el 20 por ciento de la fuerza activa, lo que convirtió el problema en crónico. Serán pocos los desempleados que tendrán para pagar el alquiler de la vivienda, opinan comentaristas. Otros, que el mayor problema de las reformas es tan sólo el modo deficiente con que se han divulgado.

Si es verdad, por otro lado, que en 2003 se generaron más de un millón de nuevas plazas, los salarios de éstas raramente rebasaron los 400 euros mensuales. Esto se define como el eufemismo de miniempleo, en vez de bautizarse con un apelativo más ajustado: minisalarios. También es cierto que la reforma va acompañada del programa "Capital para el Trabajo", el cual sí dedica montos considerables a la pequeña y mediana empresa, además de apoyarla en cuanto a la contratación de mano de obra.

Una reforma de luces y sombras

Mirar hacia adelante parece ser el lema de la coalición socialdemócrata-verde que gobierna hoy en Alemania, pero son los trabajadores, la clase media baja y en particular los cerca de cuatro millones de desempleados quienes, mientras traten de meter sus pupilas en el futuro, verán primero mermar sus bolsillos y condiciones generales de vida.

No se puede afirmar sin equívoco que la reforma que impulsa Schröeder está hecha sólo de sombras o de luces. Hay de ambas, sin duda. Pero la base política sobre la que el contradictorio programa se comenzará a llevar a efecto en 2005 tampoco aparece con la solidez pertinente. Voces, incluso en la coalición, se alzan en contra de la reforma o de algunas de sus líneas más importantes.

La oposición, por su parte, gana espacios —en particular la derecha y hasta el neonazi Partido Democrático Nacional—, gracias a la facilidad que con que se cosechan los enojos de la reforma. Para medir la temperatura predominante, y a la que podría llegarse, baste recordar que el lunes 6 de septiembre se registraron más de 200 manifestaciones. Para el 2 de octubre próximo se anuncia una nueva algarada en Berlín.

Otro que se aprovecha del río revuelto para ganar adhesiones es el Partido del Socialismo Democrático, al cual sus opositores le vienen reprochando desde hace lustros el estar integrado por los mismos que apoyaron el Muro de Berlín y, durante décadas, la falta de libertades en el territorio oriental.

Tal vez la reforma de Schröeder podría enderezar el desempeño económico germano, pero en opinión de quienes protestan, se enderezaría a costa de una grave lesión del Estado de bienestar, que era el más grande orgullo de la nación centroeuropea.

Hoy la pregunta es: ¿devendrá la reconstrucción del Este ex comunista la destrucción del otrora pujante Oeste?

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