www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 3/3
 
Chivas Regal en China
De Pekín a Caracas, pasando por La Habana: ¿Un respiro en medio de la miseria o la confusión de una ventaja circunstancial con un destino?
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Isaac Deutscher cita a León Trotsky, quien afirmó en una ocasión que la revolución rusa corría el peligro de ser derrotada no sólo por una invasión armada, sino por una "invasión de mercancías extranjeras baratas". El vaticinio de Trotski resultó correcto. Al final, fueron los objetos de consumo y no los misiles los que hicieron polvo el Imperio Soviético. Estados Unidos parece inexpugnable a la invasión de mercancías chinas baratas. Hay que ver por cuánto tiempo. De momento, China está dispuesta no sólo a inundar el mercado norteamericano de ropa, juguetes, muebles y todo tipo de utensilios a bajo precio. También se muestra —junto con Japón— en capacidad de contribuir con los préstamos necesarios a Washington, para que el presidente George W. Bush cuente con el dinero necesario que le permita continuar con su política descabellada.

Mucho se ha hablado de la victoria del capitalismo frente al socialismo. Poco del triunfo chino en una confrontación similar. Que el país asiático se haya convertido en una forma peculiar de capitalismo de Estado no resta importancia al hecho de que, en una confrontación entre democracia y totalitarismo, la opresión conserve la delantera. Los esquemas ideológicos continúan limitando la comprensión de los procesos políticos. China se ha beneficiado en gran parte de la derrota de la URSS. Su éxito es la consecuencia lógica de apartarse del proyecto soviético en lo económico, pero las estructuras de dominación política se conservan casi intactas y son similares a las existentes en Moscú hasta hace pocos años.

A diferencia de la época soviética posterior a la Segunda Guerra Mundial, donde el juego por el predominio mundial entre las dos superpotencias se resolvía en movimientos que siempre terminaban en un estancamiento forzoso de ambos contendientes —para iniciarse de nuevo una y otra vez—, ahora la jugada en tablas no es un resultado sino el punto de partida.

China está aún lejos de alcanzar el poderío norteamericano, pero ya ha iniciado la larga marcha para lograrlo. La diferencia es que a Estados Unidos le ha tocado ahora hacer el papel de la URSS. Cada vez le serán más necesarios la superioridad militar y el control ciudadano como último recurso para impedir la derrota: el "peligro amarillo" llegó a las cadenas de tiendas y los supermercados norteamericanos. Mientras tanto, la nación más poderosa del planeta malgasta recursos en una aventura militar disfrazada de "guerra contra el terrorismo".

Un nuevo tablero

En el nuevo ajedrez político, la cada vez más poderosa China está jugando con otro tablero: invertir en Cuba forma parte de una extensa campaña de expansión económica. Dentro de este nuevo orden, La Habana no es el peón de cambio donde establecer bases de cohetes para retirarlos después, sino parte de un plan de desarrollo y ampliación de mercados.

Mientras llueven los insultos y las críticas sobre Chávez en la radio de Miami, poco se comentan la creciente dependencia comercial y financiera entre Pekín y Washington y las posibilidades de que esta llegue a convertirse en una lucha hegemónica por el control económico de los mercados. Los ataques al presidente venezolano pueden estar justificados en la mayoría de los casos, pero evidencian también un afán de aferrarse a lo conocido: nada es más sencillo que repetirse.

Hay una explicación que no justifica esta falta de visión política: el propio Chávez no es más que un error que se repite en Latinoamérica. Por su parte, China está demostrando que se puede continuar siendo una nación con un sistema de fundamentos comunistas —modificado, pero no transformado por completo: el capitalismo de Estado mezcla y admite principios ideológicos que pueden parecer incongruentes—, tener excelentes relaciones con Estados Unidos y conservar intacta la supresión de los derechos humanos. En lo que respecta a la Casa Blanca, esta no muestra el menor interés de que se celebre un congreso de disidentes en el país asiático.

Los cables trajeron la noticia hace unos días. El consumo de whisky Chivas Regal en China ha superado al de Estados Unidos, que durante años mantuvo el primer lugar en la importación de la bebida. Se trata de la marca preferida de Raúl Castro —Royal Salute single malt de Chivas Regal, para ser más exactos—, el sucesor anunciado del mandatario cubano. No cabe duda sobre lo que se brindará en el Palacio de la Revolución en el futuro.

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