www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
   
 
África en su encrucijada
¿Da Occidente los primeros pasos para pagar su deuda histórica con la única región que es hoy más pobre que hace treinta años?
por MIGUEL CABRERA PEñA, Santiago de Chile
 

El más largo puñal contra la globalización lo clava África, hasta hace poco fuera de los grandes programas de desarrollo mundial. Más que una cicatriz en la conciencia del mundo, como dijera recientemente el primer ministro británico Tony Blair, África es una herida por donde fluye a borbotones la muerte, en sus formas premedievales y modernas.

G8
Líderes mundiales en la Cumbre del G-8, Escocia.

Sus estadísticas espantan. Cuarenta millones de niños no pondrán jamás un pie en la sala de clases, ha recordado el sacerdote y Premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu. Más del 50 por ciento de su población vive con menos de un dólar diario, y esto sin contar la plaga que significan el sida y otras enfermedades, la falta de servicios básicos, la precariedad tecnológica y la violencia. Si en 1970 su participación en el comercio mundial oscilaba sobre el 3,5 por ciento, en el presente año no sobrepasará el 1,5. El continente se erige como la única región más pobre hoy que hace 30 años.

De un tiempo a esta parte, y sin duda vinculado con los lógicos miedos que acarrea el terrorismo, Occidente está poniendo énfasis en la situación del llamado continente negro, con anchas franjas de población musulmana. Fue precisamente la degradante pobreza en la zona el asunto de más grave trascendencia en la última reunión, en Escocia, del Grupo de los 8 (los 7 países más ricos y Rusia), estremecida por los sangrientos atentados de Londres.

Pero la presión para que se mirara a África venía de lejos. Con la alarma manifestada por reconocidos intelectuales y el clamor de gobiernos, organizaciones, políticos y líderes morales africanos como Nelson Mandela, se fue forjando una conciencia internacional en tal sentido. La vehemencia de los afronorteamericanos nunca estuvo ausente de esas presiones, que hallan extensión actual en iniciativas culturales, recitales como "Live 8" y en multitudinarias expresiones como las que en Escocia precedieron a la Cumbre.

Aunque no faltaron escarceos y polémicas, en esa ciudad se decidió un aumento de la ayuda ascendente a 50 mil millones de dólares, la cancelación de la deuda a 14 países (más 4 de América Latina), el acceso para 2010 de todos los africanos a tratamientos contra el sida, y el compromiso —que en çfrica se espera serio— para establecer una fecha cercana que ponga fin a los subsidios agrícolas en el primer mundo, cuerda en el pescuezo para una población de la que el 70 por ciento vive en áreas rurales.

Indicios esperanzadores

¿Desaprovechará África lo que parece un momento propicio? Si bien el cuadro general en la zona continúa muy lamentable, hay indicios esperanzadores que se objetivan en el incremento de gobiernos electos que han dado pruebas de fomentar el desarrollo y enseñan tazas de crecimiento nada desdeñables. El secretario general de la ONU, Kofi Annan, pretende por su parte crear un fondo que premie a países en vías de democratización.

Los conflictos armados —una vieja rémora en la zona— han disminuido. Restan otros inobjetables problemas contra los que cada gobierno habrá de luchar. Piénsese en la corrupción, a partir de la cual voces en Occidente justificaban que ayudar a África era echar dinero en saco roto.

Mientras el tema ocupa primeros planos en la agenda de los poderosos, no debieran estos sentirse satisfechos. Más allá de la intención de suprimir los subsidios agrícolas, aún sufre África elevadas tarifas para buen número de productos. Tampoco sería vano meditar el desarrollo no a corto sino a largo plazo, que estimule al sector privado, la actualización tecnológica, la educación como urgencia universalista, a la pequeña y mediana empresa.

La coyuntura optimista de los días que corren y reconocer a quien lo merezca —según George Bush, desde 2002 Estados Unidos triplicó su ayuda a çfrica subsahariana—, no puede hacer olvidar que fue el trabajo esclavo uno de los cimientos de la acumulación originaria de capitales, fundamento a su vez del avance de un sistema que desembocaría en la globalización. Occidente parece dar los primeros pasos sensatos para empezar a pagar, en la forma hoy posible, su infinita deuda histórica con África.

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