www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 2/3
 
Economía de mercado, inflación y renta
Una historia de las transiciones: ¿Qué debe promoverse primero, una privatización a gran escala o el beneficio a inversionistas de la otrora economía ilegal?
por JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

Por otra parte, las reformas económicas se han desplegado con significativa rapidez y parecen haber alcanzado su mayor profundidad en Estonia, y su menor amplitud en Lituania. Pese a todo, la situación de los países del Báltico es mejor que la del resto del espacio ex soviético.

Bulgaria
Industria eléctrica búlgara, privatizada en 1992 por acuerdo del Parlamento.

Los niveles de vida y de desarrollo son superiores en Estonia, seguida de Letonia y luego Lituania. El influjo de formas de economía subterránea parece ser mayor, en suma, que el registrado en Europa central. Un dato de innegable relieve, con respecto a la situación de estos países, es la dependencia energética que demuestran para con Rusia.

Individualistas, colectivistas y ambivalentes

Los problemas económicos han sido encarados de forma distinta por cada una de las tres repúblicas del Báltico, en las que se han conformado tres grupos humanos con perfiles diferenciados. El primero lo configuran los "individualistas", que rechazan en bloque las políticas de la etapa burocrática comunista y constituyen el sector más numeroso (un 44%) de la población. El segundo bando es el de los "colectivistas" —partidarios de promover la acción colectiva—, que incorporan a un 26% de los ciudadanos. El tercer y último conglomerado, el de los "ambivalentes", comprendería un 29% de la población, con una agenda híbrida que, por un lado, defiende las medidas encaminadas a garantizar el empleo total y preservar los servicios sociales y, por otro, patrocina la empresa privada y la diversificación de los ingresos.

Aunque los países bálticos iniciaron sus transiciones con categorías más bien bajas de pobreza, ésta se disparó en sus inicios, calculándose que un 40% de la población de Estonia, Letonia y Lituania merecía en 1993 el calificativo de pobre. La explicación de por qué Estonia presenta grados de desniveles significativos bien podría residir en la pésima situación de la minoría rusa. Conviene recordar que en condiciones aparentemente semejantes, Letonia es la que presenta los niveles de desigualdad más moderados.

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Las tres repúblicas bálticas han mostrado valores altos de inflación. A partir de un índice del 100% en 1991, para 1996 los registros correspondientes a Letonia, Estonia y Lituania eran de 4.406, 5.247 y 17.036, respectivamente, con una media general de 8.896. Mientras Letonia y Estonia exhibían una inflación parecida a la registrada en Polonia, los límites de Lituania se ubicaban por encima de los de Bulgaria y Rumania, pero aún muy por debajo de los computados en el resto de las antiguas repúblicas soviéticas.

Si adoptamos el año 1994 como tope para calibrar el desarrollo de las políticas de privatización, y en ausencia de datos relativos a ciertos países, como Bosnia-Herzegovina, Macedonia, Moldova y Yugoslavia, es posible revelar el siguiente horizonte: en Albania la aportación del sector privado se fijaba entre el 50% y el 60% de la fuerza de trabajo; en Bulgaria y Croacia comprendía entre un 40% y un 50%; Eslovenia y Rumania disponían de un 30% a un 40%. Como puede apreciarse, no es sencillo extraer conclusiones sistémicas referentes a la privatización, aunque puede concluirse que sus progresos no fueron precisamente espectaculares en las repúblicas que surgen de la desintegración yugoslava.

Todos los países del área experimentaron crecimientos económicos negativos en los primeros años a partir de 1989. Esos factores desfavorables estaban ya presentes en ese año en Eslovenia, Macedonia y Rumania; aunque en Albania hubo un leve repunte en 1990. En Bulgaria y Croacia tuvo lugar una recuperación pasajera en 1992. El crecimiento económico reinició su curva positiva en 1992 para Albania y Eslovenia, en 1994 para Bulgaria y Croacia, y con recaída en 1995 para Rumania y Yugoslavia. Para 1996, la economía seguía decreciendo en Moldova, y no existían registros estadísticos sobre Bosnia-Herzegovina.

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