www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 4/5
 
El dilema balcánico
Una historia de las transiciones: Los Balcanes configurarían el territorio tapón entre Roma y Bizancio, el escenario de la contienda de lo griego ante lo latino, y el sitio de las confrontaciones entre Oriente Medio y Europa.
por JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

La cortina de hierro

El presidente norteamericano Woodrow Wilson decidió desarticular el imperio austrohúngaro, protegiendo la integridad de los Estados de Serbia, Montenegro y Rumania, como pago a su participación en el bando aliado. Por su parte, Thomas Masaryk (1850-1937) convenció a Wilson para crear el Estado de Checoslovaquia con las provincias eslavas norteñas del imperio austrohúngaro, y el de Yugoslavia, con las provincias del sur, con los reinos de Serbia, Croacia y Eslovenia, con Bosnia-Herzegovina, Montenegro y Macedonia. Este mapa dibujado por Wilson ubicó a millones de personas bajo gobernantes extraños y desató una vasta ola migratoria.

Mientras Bulgaria reclamaba a Montenegro, los serbios rehusaban aceptar los derechos que la Liga de las Naciones concedió a Kosovo. La Italia de Benito Mussolini entrenó a organizaciones croatas para utilizarlas contra los serbios, entre ellas, la sociedad fascista Ustashe, que encabezaba Ante Pavelic. Este, sostenido por los alemanes, se transformó en dictador y terció en la aniquilación de medio millón de serbios.

Una historia de las transiciones
Los orígenes del cambio
JFB, Miami
El ajedrez atómico
El testamento del comunismo
El reciclaje de los comunistas
Los caminos de la democracia
Del totalitarismo a la sociedad civil
La destrucción creativa
Las recetas económicas
Economía de mercado, inflación y renta
Las sendas de la privatización
Familia de naciones
¿Valores de sangre?
El Estado democrático
Caída y lastre de un imperio
La Europa Central
Las repúblicas del Báltico

Parecía como si en la década que se inició en 1989, la historia se hubiese desembarazado de los fantasmas y las promesas incumplidas en la Primera Guerra Mundial. El ex presidente norteamericano George Bush, abrazando los preceptos de Wilson, proclamó la venida del nuevo orden mundial, y en esencia, lo que sucedió fue un retorno en Europa central y oriental de la política, los conflictos y las pasiones de 1914. Era como si esa porción del planeta se hubiese congelado en el tiempo y el siglo XX fuese un breve intermedio en la historia. El fanatismo étnico que hizo peligrar a la vieja Europa, ahora amenazaba con lo mismo a la nueva Europa.

Ya en 1974, ante el hecho de que los serbios resultaban demasiado poderosos, el mandatario yugoslavo Tito determinó quitar el control serbio a la hungarizada región de la Vojvodina y a la albanizada de Kosovo, para crear con ellas dos regiones autónomas. La cortina de hierro es aún una frontera social y cultural. La dicotomía entre la cristiandad occidental y oriental se ha vuelto a institucionalizar una vez más, como lo fue durante la época en que se estableció la discordia entre Roma y Bizancio, o después de la de los Habsburgos y el imperio otomano.

La importancia real de la expansión de la OTAN en Hungría, la República Checa y Polonia tiene poco que ver con Rusia y mucho con la división no abierta entre el Occidente cristiano y el Oriente ortodoxo, porque Rusia no fue sólo la cortada de la nueva Europa, sino también los Balcanes. De ahí que la alianza con Occidente (con la OTAN) sea sólo una variante de los antiguos pactos del Oriente con el sacro imperio romano, cuando estuvo en su cenit durante el siglo XI.

Diferencias profundas

Europa del Este se ha transfigurado en dos regiones distintivas, con profundas diferencias tradicionales, valores culturales conflictivos y de futuras divergencias. Por esa razón, en la actualidad la diferencia en desarrollo de los países ex comunistas afectados por la regencia de los Habsburgos (Hungría, República Checa y Polonia) y aquellos vinculados a los bizantinos y turcos otomanos (Rumania, Bulgaria) son profundas.

En la franja norte, los países que desde el Medioevo fueron forjados culturalmente por la iglesia católica romana y el protestantismo, que estuvieron vinculados a la Reforma y al siglo de la Ilustración, gravitaron otra vez hacia Occidente. Es el caso de Polonia, Hungría, las repúblicas Checa y Eslovaca, Eslovenia y Croacia. En ellos, bajo la férula eurocomunista reinaba una burocracia partidista, y la dominación soviética sólo sirvió para que sus pobladores abrazaran con más pasión sus raíces. Incluso, los conocidos problemas del período entre las dos guerras mundiales, son los mismos que hoy preocupan al resto del mundo sobre la región.

No por gusto la dictadura burocrática sucumbió en Polonia, Hungría y Checoslovaquia, puesto que desde el Medioevo esas naciones han asumido su carácter nacional a partir de los modelos culturales de Europa central y occidental. Fue precisamente en uno de estos países comunistas norteños, Polonia, que se escenificó el viraje que convenció a Occidente de que Mijail Gorbachev estaba comprometido con una línea nueva.

Los tres Estados conformadores de lo que se ha dado en llamar "Balcanes orientales" son Rumania, Moldova y Bulgaria, con su aún terrible síndrome otomano. La inclusión en este grupo de una de las repúblicas soviéticas de antaño (Moldova), se explica tanto por su proximidad histórico-cultural con Rumania, como por las dificultades para encuadrarla en el grupo de las viejas repúblicas de la Unión Soviética.

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