www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 1/3
 
La Moneda busca un nuevo inquilino
Chile: Los pactos de la neoizquierda y las elecciones generales de diciembre.
por MIGUEL CABRERA PEñA, Santiago de Chile
 

Cuando en marzo pasado murió Gladys Marín, el pueblo chileno —casi en pleno— le rindió tributo. La prensa de toda filiación había seguido paso a paso las tercas resurrecciones del tumor que la llevaría a la tumba. La pleitesía no nació de coincidencias con sus posturas filosóficas, sino del respeto a una biografía que, más allá de sus errores y extravíos, encarnó la generosidad histórica, ese mítico sentido de un futuro mejor para todos que parece no abandonará jamás sus habitaciones bajo la piel de los hombres.

M. Bachelet
Michelle Bachelet, candidata del oficialismo y favorita en las encuestas.

Fue precisamente Gladys Marín, indiscutible líder del Partido Comunista (PC), quien entre seguidores más o menos difusos y participantes de las movilizaciones antiglobalización comenzó a forjar, a partir de 2003, uno de los pactos políticos más singulares del mundo occidental: Juntos Podemos (JP), pronto la tercera fuerza en importancia de la política chilena, que se da a conocer como "la alternativa".

Por todas sus junturas, el pacto luce siempre abocado a deshacerse, pero a tiempo ha echado mano a resortes que lo reajustan y remodelan. Asistimos acaso al conato de una de las formas de estructuración de la izquierda en el porvenir continental.

Si a la Marín se le rindió homenaje en su deceso, paradójicamente, buena parte de esta neoizquierda descree de guías de ademanes estatuarios, pensamiento de mármol y voz inapelable. En el seno de JP, las discusiones no escasean, ni la áspera condena, ni la negociación. Imagínense los frecuentes roces entre los almidones comunistas y los que se hacen llamar la Barra de los de Abajo, humanistas, cristianos, Memoria Mirista (Movimiento de Izquierda Revolucionario), las Urracas de Emaús, la Surda (sic) y un etcétera que abarca a cinco decenas de asociaciones.

Tienen que chocar grupos que defienden, a toda costa, sus libertades. Unas veces lanzan gritos individuales, y otras a coro, contra lo que en jerga comunista, por ejemplo, se llama "célula". Incluso para los humanistas, que lideran JP junto al PC, una reunión de 3 ó 4 horas no es otra cosa que una tiranía sobre el tiempo ajeno. En estos días se ha instalado la Mesa de Convergencia Antineoliberal, manera de preservar la cohesión precaria. Los socios menores, sin pelos en la lengua, han acusado al PC de imponer sus formas clásicas de hacer política, y "al que no le guste —añaden— que se joda".

Una huella disímil

Aunque la diversidad resulta casi babilónica, lo que estrecha a JP son los problemas, preferentemente sociales, de los chilenos, y lo que consideran manifestaciones negativas de la globalización. Observadores coinciden en que la base de la entidad se extiende entre una juventud entusiasta y bullanguera que le plantea, por su otra cara, pelea constante a la policía (los Pacos), por razones no siempre claras. En los muros de una filial de la Universidad de Chile se leyó durante largo tiempo un letrero al humo que rezaba: "Paco bueno es el Paco muerto". Así, la policía paga en democracia sus deudas con la historia.

En JP la historia, por otro lado, marca también su huella disímil. Mientras algunos sueñan con tornar a los tiempos caóticos de Allende y otros se han desasido de los barrotes del pasado, no falta el que parece preocuparse más por la vida miserable de un perro callejero que por la muerte diaria, de pura hambre, de miles de africanos. Esta es exageración de hoy y, lamentablemente, se va perfilando como deshumanizada inclinación internacional, según el entender de un ensayista francés.

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