www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 1/4
 
¿Valores de sangre?
Una historia de las transiciones: Cuarenta y cinco años de comunismo no silenciaron los conflictos étnicos de Europa del Este.
por JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

La geografía está retornando de manera vengativa y atada a la escasez de recursos y el empujón demográfico. El escenario internacional de la entreguerra del siglo XX tenía que ver con la división en categorías de tierras áridas. La filosofía de la civilización nos viene del continente europeo, que en el siglo XX desató dos guerras mundiales y sangrientas guerras civiles en España e Irlanda; aplicó los genocidios estalinistas y el Holocausto nazi; realizó limpiezas étnicas en la Krajina croata, Bosnia, Herzegovina y Kosovo; ha discriminado a judíos, gitanos, turcos y marroquíes; está lleno de reclamos nacionalistas y ha estructurado los gobiernos más autocráticos del planeta.

Bosnia
Bosnia (1996): Efectos de las guerras étnicas.

Occidente se ha guiado por una filosofía de la civilización tejida por pensadores arrogantes, especialmente galos y germanos, representantes de una "bárbara Europa" —llena de nacionalismo y racismo— que ha pervertido los valores del nacionalismo, mediante el cual se concibe la defensa de la nación a costa del exterminio de otras naciones.

La geografía política de Europa del Este, Asia y Oriente Medio se ha transformado, pero curiosamente ha vuelto a las mismas paralelas existentes antes de la Primera Guerra Mundial. Allí la geopolítica ha completado un círculo de casi una centuria retornando al punto original. Si la geografía es predestinación y si en algo puede reducirse la civilización humana es a una historia del nomadismo. Por eso, para entender estos mundos, hay que comprender a los refugiados nómadas.

Con el incremento de los refugiados, de las migraciones campesinas a las urbes, las fronteras políticas expresan menos el sentir general; en tanto, las tribales y culturales son más tangibles y el poder político se desliza cada vez más hacia élites poco sofisticadas. La diferencia entre refugiados y nómadas estriba en que los primeros escapan de un lugar sin opciones, para terminar como víctimas, y los segundos son pioneros que hacen historia.

Los nuevos campesinos urbanizados inundan las ciudades y rehacen las culturas, las fronteras nacionales y las propias naciones. Con ellos la idea de nación se hace más vaga debido a que las fronteras no son reales. En el mundo postcomunista, el descontento no es ideológico sino religioso o cultural. A fines de la Guerra Fría, la historia tornó para acosar al presente con sus increpaciones étnicas. Del caos de finales del siglo XX, los ideales de comunidad y autoafirmación han sido reinventados por los nuevos inmigrantes.

Una historia de las transiciones
Los orígenes del cambio
JFB, Miami
El ajedrez atómico
El testamento del comunismo
El reciclaje de los comunistas
Los caminos de la democracia
Del totalitarismo a la sociedad civil
La destrucción creativa
Las recetas económicas
Economía de mercado, inflación y renta
Las sendas de la privatización

Así, el viejo adagio de que la historia es la mejor guía de lo que puede acontecer en el futuro se cumple en la actualidad internacional, en especial, tras el desplome de los Estados ideológicos —de Berlín a Vladivostok—, la erupción de la guerra civil en Yugoslavia y la fase de transición del comunismo a otros modelos políticos.

Divorcio de nacionalidad y territorio

Una de las propuestas más intrigantes en boga hoy es la de divorciar la nacionalidad del territorio, como la de los rusos fuera de Rusia, que retienen la ciudadanía rusa. La Unión Europea está bregando con esta circunstancia, de cómo balancear la soberanía ante las demandas de una vasta estructura federal; y Estados Unidos parece iniciarse en esta liza con sus tres grupos poblacionales: hispanos, negros y blancos.

Los valores de la sangre y del territorio, el anhelo de pertenecer a una familia, un clan, una tribu o una nación parecen ser parte de la naturaleza humana, aunque sin la necesidad de asumir un instinto exclusivista o agresivo. El Estado-nación, la tribu extendida, en ocasiones es excesivamente grande para solucionar los problemas locales y muy pequeña para funcionar adecuadamente en un mundo de globalización de los mercados.

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