www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 1/3
 
La destrucción creativa
Una historia de las transiciones: ¿Qué efectos tuvo introducir islotes de economía de mercado en el aparato estatal para 'preservar' los beneficios sociales?
por JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

Las realidades que emergieron en todo el proceso de transición euroasiático han sido la desintegración de imperios, la fragilidad de fronteras, la desindustrialización, la fuga de capitales, las diásporas, las fórmulas "cleptocráticas", los capitalismos mafiosos, las inflaciones desbocadas y las nomenclaturas reconvertidas. Según el escritor francés Alain Minc, la clase económica más importante que ha surgido de las cenizas del mundo comunista ha sido la de los mafiosos.

M. Gorvachev
Apuesta por el 'maquinismo': El error de Gorbachev.

Con el advenimiento de la perestroika, muchos jerarcas locales se apoyaron en los grupos mafiosos del Asia Central o de georgianos para expandir sus negocios ilícitos por todo el país. En el parlance soviético, el término mafia representaba un estatus de la sociedad que incluía a poderosos miembros del partido y del gobierno, directores económicos y elementos criminales.

En las ciudades importantes, la liberalización económica de la transición representó un aumento en los niveles de criminalidad, consumo de drogas y de la violencia del crimen organizado, donde los extranjeros eran tenidos como el blanco preferido.

Las bandas, integradas por veteranos de la guerra en Afganistán, púgiles inservibles y elementos marginales, dispondrían de armas automáticas compradas o robadas a fuentes militares, operarían en los barrios selectos de extranjeros, periodistas, diplomáticos y, en el interior, en las cooperativas agropecuarias. Ciudades como Tashkent, Kazán y Dnepropetrovsk quedaron prácticamente sometidas a estas redes criminales, que mostraban un marcado interés por sabotear la reconstrucción económica, ya que las posibilidades del mercado libre hacían obsoletas las actividades del mercado negro.

La causa cardinal de los aprietos económicos de la ex Unión Soviética era el sistema centralizado de plan y la militarización de la economía, que forzaba las energías de la nación hacia un grupo selecto de prioridades. La noción de poseer un solo plan para una economía de dimensión continental reflejaba una utopía impracticable, al disponer sólo de dispositivos de chimeneas en medio de un mundo en explosión electrónica y de millones de variedades de productos modernos.

Buscando remozar el sistema económico y liberar las manos de los administradores, la perestroika se tropezó con la resistencia de una burocracia atrincherada en los organismos centrales, que no tenía intención de ceder poder y que paralizó y saboteó el ambicioso manifiesto económico de 1987.

El fetiche de Gorbachev

Una historia de las transiciones
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JFB, Miami
El ajedrez atómico
El testamento del comunismo
El reciclaje de los comunistas
Los caminos de la democracia

Era de esperar que un político avezado como Gorbachev anticipara tal resistencia a una reforma liberal que, por definición, reducía el poder burocrático. Así fue como falló, lastimosamente, el paso crucial de quebrar el poder de la burocracia a favor de una administración que funcionara en un mercado mayorista de precios liberados, para consumar la reforma económica, mejorar la producción y operar con ganancias.

La perestroika de Gorbachev no comenzó en la agricultura, como la reforma de Deng Xiaoping. A diferencia del pragmatismo chino, que para la década de los ochenta había descolectivizado todas las comunas, el movimiento soviético hacia esa dirección sería muy lento. El epicentro del enigma consistía en una dificultad macroeconómica provocada por el mismo Gorbachev, quien rechazaba la estrategia china a favor del consumismo y se adhería al convencional criterio estalinista de que la clave del desarrollo residía en la producción de maquinarias (con afectación del consumo).

El fetiche con el maquinismo industrial se reflejaba en la inversión de capital, presupuestada para la construcción de fábricas y maquinarias, especialmente en las industrias de maquinaria y pesada. Esta errónea respuesta a la crisis soviética, que llevó al abismo a Gorbachev, impidió que se destinase el grueso de las inversiones a la renovación del obsoleto (aproximadamente un 66%) parque de maquinarias del país.

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