No se encuentran en Cuba un par de autores tan ensalzados como Carlos Marx y su amigo Federico Engels. El ditirambo isleño dura ya casi medio siglo. En los últimos lustros, en que se "busca saber algo que confirme", como pensaría acaso José Martí de alentar en nuestros días, se trata de cubanizar la obra de estos filósofos y, de paso, que encajen en las remodelaciones mundiales que nos tienen como testigos.

Carlos Marx y Ferdinand Lasalle. (VICMART)

Casi en pleno, por otro lado, la antropología coincide en que Cuba es un país de mayoría negra y mulata, de colores corridos, como escribiría Nicolás Guillén. Si de acuerdo con la hegemonía nacional el sistema imperante en más de cuatro décadas se sustenta en la filosofía marxista, llama la atención que en las vueltas y revueltas que sufren los dos alemanes para tostarlos al sol caribeño, no exista un análisis de sus posturas sobre la igualdad humana. Y esto, un en país cuya dinámica de poderes raciales y amalgamas culturales se ha erigido como otro de los grandes temas de reflexión doméstica y foránea, siempre y cuando la primera atribuya los grandes desequilibrios a la esclavitud.

¿Fueron Marx y Engels racistas cerriles? Sin duda no. El universalismo en lo medular de sus presupuestos prescriben el racismo teórico y no es dato menor que vivieron el siglo más determinista de la historia, cuna del biopoder que explica Michel Foucault. Pero también habría que preguntarse si ambas biografías se desarrollaron totalmente limpias de prejuicios, y hasta algún costado de su escritura. Conste que el asunto del presente artículo no fue objeto de indagación específica. Topamos reiteradamente con el tema en las singladuras de otros destinos.

Indiferencia ante negros y judíos

Conway Zirkle fue uno de los primeros profesores universitarios en Estados Unidos en acusar a Marx y Engels de propensión al racismo. Según este autor, los creadores del marxismo, además, se mantuvieron indiferentes ante los sentimientos de negros y judíos. Reseñado por Marvin Harris, cita Zirkle una carta que Marx envía a Engels el 30 de julio de 1862, en la cual arremete contra Ferdinand Lasalle, quien se había negado a facilitarle un préstamo. La situación económica del escritor de El capital fue siempre precaria, mas la ojeriza contra la actitud de Lasalle sobrepasa la individualidad:

"Ahora me resulta completamente claro que, como prueban la forma de su cabeza y el tipo de su cabello, desciende [Lasalle] de los negros que se unieron a Moisés en el éxodo de Egipto (o si no, es que su madre o su abuela se cruzaron con un negro). Ahora bien, esta combinación de judaísmo y teutonismo con una base negroide no podía dejar de producir un asombroso producto. La torpeza del mozo es efectivamente negroide (…)".

En esta carta, Lasalle es despectivamente "ese negro judío". Quizá no sea mera especulación que el cuestionamiento de ideas de Marx que llevaría a cabo Lasalle tuviera uno de sus lugares de partida en el sexto sentido, la suerte de hiperestesia que posee el discriminado para percibir los prejuicios. Y otra curiosidad bien marcada es que Marx era también de directa ascendencia judía. Si el siglo de las taxonomías y las mediciones arbitrarias del cráneo de las diferentes razas no intervino en lo principal de su filosofía, no hay duda que al menos rozó otras huertas de su quehacer.

En el sumario del libro más importante del antropólogo Henry Morgan, y con no poco de Jean B. Lamark que es en alto grado La Familia, la propiedad privada y el Estado, Engels no duda en afirmar que los germanos eran "una tribu aria extremadamente bien dotada", aunque esta característica no la explica desde la biología y el determinismo, sino desde posiciones culturales.