www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 1/3
 
Los caminos de la democracia
Una historia de las transiciones: Polonia, Hungría, Checoslovaquia y Rumania. Entre radicales y gradualistas.
por JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

El Estado centralizado erigido por los partidos comunistas y legitimado por la utopía marxista, conformó conglomerados nacionales ficticios, como Unión Soviética, Alemania oriental, Corea del Norte y Yugoslavia, cuyo destino sería el de reorganizarse en otras divisiones político-administrativas.

Rumania
Rumania: Caída del régimen, 1989.

El concepto siempre fue artificial: un puñado de naciones con múltiples nacionalidades, que repentinamente fueron controladas y tuvieron que aceptar una ideología que no deseaban. Por eso, la caída de los regímenes del bloque oriental desató una oleada mundial hacia la democracia, que se manifestó en numerosos ejemplos, desde España y Portugal hasta Taiwán y Corea, pasando por Argentina y Chile.

Los dilemas actuales de Polonia, Hungría, Rumania y Belarús tienen sus raíces tanto en el Kremlin como en el Medio Oriente. Fueron los tanques soviéticos los que implantaron el comunismo en Europa del Este. Por eso, al desvanecerse las divisiones soviéticas de esa área, se esfumó el comunismo. Si bien la glasnost y la perestroika estremecieron este mundo sovietizado, hay otro factor: el que nos conduce a Oriente Medio, que producía petróleo, ganaba petrodólares, prestaba dinero a Polonia y Hungría, y creó la deuda que precipitó la crisis y forzó la reforma.

Aunque en los estratos populares de los socialismos del bloque soviético la población manifestaba una reacción común ante el régimen comunista, entre los grupos de oposición existían diferencias profundas relacionadas con la religión, las tradiciones y costumbres étnicas, las corrientes filosóficas, y el grado de relación o no con la etapa comunista. De ahí que la victoria mancomunada de los diversos movimientos implicó el inicio de los conflictos que el pluralismo conlleva.

Una historia de las transiciones
Los orígenes del cambio
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El ajedrez atómico
El testamento del comunismo
El reciclaje de los comunistas

La velocidad con que los Estados balcánicos se identificaron como excepciones al río democrático sólo se comprende a través de los siglos de dominación foránea despótica, con pequeños períodos de independencia. Cinco siglos de dominación otomana impidieron el ascenso de una clase media y de la burguesía, manteniendo una sociedad rural con fieros nacionalismos. Tras los turcos, vino la Rusia zarista con la instauración de dictaduras de monarquías hereditarias, a la cual sustituyó primero la dominación nazi y luego el control comunista. Cuarenta y cinco años de comunismo no alteraron el carácter nacional ni los conflictos étnicos de Europa del Este.

Una descripción más pormenorizada de estos países de Europa central debe incluir una visión del pasado: la existencia de procesos anteriores de democratización, los presuntos efectos saludables de la industrialización, la fortaleza de la oposición (al menos en Polonia), en la etapa totalitaria, el desarrollo de ciertas reformas económicas en Hungría y en la propia Polonia en los últimos decenios, y, en suma, la puesta en práctica de mesas redondas en Hungría y Polonia, y el pacífico hundimiento del viejo régimen en Checoslovaquia.

Reformas y transición

Las reformas de la transición hacia el capitalismo democrático se dieron en países envueltos en profundas facetas de disgregación interna, con enormes crisis económicas y con poblaciones perdidas en un mundo económicamente globalizado; en sociedades atomizadas que se habían desarmado y con bajos índices de cultura cívica; en gobiernos bisoños de endebles partidos políticos y enérgicas personalidades con ansias de permanencia en el poder a cualquier precio.

Los movimientos de oposición que arribaron al poder tras el desplome del Muro de Berlín, experimentados en la acción cívica pacífica y el cultismo antipolítico, al enarbolar conceptos filosóficos democráticos y una intensa ética moralista, estaban aferrados a principios inmutables sobre la justicia, sobre lo que era o no correcto, sobre la verdad y la mentira, el amor y el odio. Pero bien pronto descubrieron con estupor que los instrumentos para lidiar con la milenaria realpolitik del Estado, la economía, la sociedad, la política exterior, eran el reverso de sus principios.

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