www.cubaencuentro.com Jueves, 20 de marzo de 2003

 
  Parte 1/4
 
El Islam: tribu y plutocracia
No hay una nación islámica, o árabe, como no hay una cristiana: Los orígenes del tribalismo y su influencia en la política del Medio Oriente.
por JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

Durante sus 1300 años de historia, a partir de la teocracia establecida por el Profeta de Alá, el Islam ha sido manipulado políticamente, y se ha presentado en tantas variedades como países lo profesan.
Manifestantes en contra de la guerra
Bahrein. Manifestantes contra la guerra en Irak.
La unidad de su mundo es tan ficticia como la de su credo; no hay por consiguiente una nación islámica, o árabe, como no hay una cristiana. Allí, la familia, el clan y los intereses tribales siempre preceden a la nación. No puede entenderse el quehacer político del área, y la comparecencia de grupos terroristas, sus vinculaciones y filosofías sin ubicar en un plano trascendente la dinámica de los clanes familiares, las vinculaciones de sangre dentro de cualquier organización. Un análisis país por país y movimiento por movimiento no escapa a este elemento clave.

El despotismo oriental producto del carácter hidráulico de las sociedades antiguas ribereñas es una de las tantas ideas provocativas de Karl Marx. Pero sería Karl Wittfogel, en su Oriental Despotism, quien detallaría la naturaleza burocrática opresiva de estas sociedades hidráulicas que las hacía diferentes a las de la Europa medieval. Estas tiranías burocráticas se caracterizaron por colosales construcciones defensivas e inmensas obras arquitectónicas. El Nilo sería un organismo cultural donde se mezclarían las civilizaciones africana, árabe y mediterránea, y que aún resulta un resorte determinante en la historia de la humanidad. Tras la conquista islámica de Egipto en el año 642, esta tendencia al gigantismo se abandonó, pues al igual que la cristiandad ortodoxa oriental en Etiopía, Rumania y las zonas eslavas, el Islam se transfiguró en una religión estatal. Pero Egipto era demasiado antiguo para variar drásticamente, y ello se constató durante el nasserismo, esa versión faraónica del realismo socialista bajo el "faraón" Gamal Abdul Nasser, el cual emprendería la edificación de la colosal represa de Asuán.

Tanto Stalin como Mao desmantelaron viejas culturas hidráulicas asiáticas en sus entornos, pero aún con toda la brutalidad de sus procedimientos los resultados fueron, en ambos casos, dos despotismos de modelo hidráulico, faraónicos en su aplicación del terror, y faraónicos en el énfasis en sus monumentales proyectos públicos de construcción con mano de obra esclava o prisionera. El tinte moderno era sólo por el propósito de implantar la industrialización en gran escala. El comunismo con Stalin y Mao no sólo patentizó ser un fracaso en el siglo XX, al no poder superar al carácter despótico en las culturas de linaje directo con las sociedades hidráulicas antiguas, sino que probó de paso lo errado del análisis de Marx sobre el estatismo socialista como destino final de las civilizaciones ribereñas del Medio y Lejano Oriente.

Pero estas culturas tan sedentarias por tan largo tiempo y perpetuamente tiranizadas, difícilmente ven alterados sus rasgos distintivos y personalidades, incluso bajo los métodos más extremos. El actual Estado nasserista de Egipto, con su millón de burócratas, es un monolito calcificado, acostumbrado a ejecutar las órdenes del faraón (Nasser, Sadat, Mubarak). La naturaleza puramente "hidráulica" de la sociedad egipcia se ha intensificado comparada con su antigüedad. Egipto es aún una civilización ribereña donde las carreteras, los ferrocarriles y las vías telefónicas corren a lo largo del Nilo; donde el 95% de su población vive en este corredor ribereño de 600 millas de largo y diez millas de ancho, calificada por el escritor griego Nikos Kazantzakis como un multicolor hormiguero humano (Kaplan, R, 1996, 118).

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