www.cubaencuentro.com Jueves, 20 de marzo de 2003

 
  Parte 1/2
 
La urgencia innecesaria
¿Vale la pena para Estados Unidos destrozar todo intento de orden internacional por el conflicto de Irak?
por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid
 

El curriculum de Sadam Hussein no es precisamente alentador. Ha igualado, si no superado, las más perversas antologías del horror. Eso no está, o no debería estar, en discusión. Sin embargo, Sadam Hussein no es el único jefe de gobierno al que
Vista nocturna
Casa Blanca en Washington: 'En Irak, el tiempo de la diplomacia ha tocado a su fin'.
pueden imputarse atrocidades innumerables y la situación en Irak no es mejor ni peor que hace 12 años, cuando las tropas aliadas se retiraron de su territorio tras haber devuelto la parte ocupada al vecino Kuwait. Así pues, parece razonable preguntarnos cuáles son las causas de esta guerra anunciada, si ella es necesaria o urgente y si merece destrozar todo intento de orden internacional.

De todos es sabido que el 11 de septiembre de 2001, los Estados Unidos de América sufrieron una brutal agresión terrorista que segó la vida de miles de civiles. También, que ese país recibió la solidaridad incuestionable de prácticamente todos los gobiernos civilizados del mundo, que la demostraron después, cuando fue ocupado el Afganistán de los talibanes, refugio oficial de los terroristas que organizaron la masacre. En esos momentos, los Estados Unidos actuaron de forma sensata y de acuerdo con la mayor parte de la comunidad internacional: buscaron la ayuda de sus aliados naturales, y más aún, crearon una base de apoyo a sus tesis en los países musulmanes. Esto consiguió que la guerra se viera como la necesidad de desactivar un gobierno que abiertamente apoyaba al terrorismo. Así se evitó que el conflicto se convirtiera en un choque de civilizaciones.

La situación actual no es la misma. Es casi seguro que el régimen de Hussein financie o conceda refugio a algunos terroristas, pero nada demuestra que desde su territorio se estén organizando acciones que afecten a terceros países, y las conexiones de Al Qaeda con Irak no parecen demostrables. El terrorismo suicida, como el que ha protagonizado las acciones del 11S y tantas otras, puede organizarse en cualquier parte, comenzando por el territorio de los países víctimas y sus aliados. De hecho, el desgraciado suceso no incluyó ningún tipo de sofisticación armamentística y se hubiera podido coordinar desde el propio Manhattan. La única forma de evitar que semejantes acciones puedan repetirse es por medio de sutiles y pacientes labores de inteligencia y espionaje, en las que colaboren la mayor parte de las instituciones diseñadas para ese fin en los diferentes países del mundo. Es decir, se trata de una guerra en la que los Estados Unidos y todas las posibles víctimas, tendrían que actuar aunados contra un mismo objetivo que puede encontrarse en cualquier parte.

En ese sentido, un clima de cordura y de buenas relaciones internacionales es fundamental, y la base de ese clima tendría que partir de un consenso real entre los países más desarrollados. Las reacciones de los Estados Unidos ante las disensiones de algunos estados europeos y las crisis que se han desatado en el seno de la Unión Europea y de la OTAN, no han contribuido precisamente a la seguridad internacional. Una acción unilateral de los Estados Unidos, con el apoyo del reducido grupo de los gobiernos afines a sus tesis, traerá como consecuencia inmediata, sino lo que ha hecho ya, la bancarrota de las Naciones Unidas, único foro de legitimación de las relaciones entre los países.

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