No el Proyecto en sí, sino las falacias oficiales que ratifica, han provocado una reacción adversa al referendo Varela en algunos sectores del exilio —un referendo que, dicho sea de paso, no se atreve a decir su nombre.
Proyectos similares contaron con el apoyo de la emigración. Reinaldo Arenas propuso a Fidel Castro un referendo al estilo Pinochet y logró recaudar firmas. No entre sus coterráneos, donde los números estaban asegurados, sino entre los arquitectos de la opinión pública mundial, esos que alaban un referendo y rechazan otro con la misma veleidad con que aceptan o rechazan dictaduras. Eran otros tiempos.
Y hay que aclarar enseguida que "falacias oficiales" no significa aquí las mentiras "castristas", sino las políticamente correctas: es decir, esas mentiras que comparten distintos partidos y credos; interpretaciones y estimados donde los adversarios encuentran tema común; tópicos que ni los más radicales se atreverían a poner en duda. En el zoológico de cristal del PC (political correctness) disidentes y castristas se mueven cuidadosamente.
Se repite que nuestro destino está en manos de los cubanos de adentro. Pero Félix Varela es el recordatorio incómodo de que el centro de gravedad de la nación se ha desplazado muchas veces fuera de la Isla. Varela y Martí inventaron la nación cuando la nación no existía, y Cuba estuvo únicamente allí donde estaban ellos.
El Proyecto Varela legisla una época en que se ha logrado la efectiva "desvarelización" del asunto cubano. Inversamente, recordar que el párroco y hombre de letras que presta su nombre al proyecto fue un exiliado, serviría para "re-varelizar" la capacidad creadora del exilio y su preeminencia en la creación de la nacionalidad.
Las soluciones —económicas, políticas y espirituales— están hoy otra vez en el exilio. La misma resistencia cívica hubiera sido imposible sin que un grupo de cubanos precursores mantuviese vivos en el destierro los principios elementales de participación ciudadana. Algo de la decencia, del respeto, de la compasión, y hasta del patriotismo, que caracteriza a la disidencia interna, fue importado de Estados Unidos, made in USA. Es en ese sentido —en el buen sentido— que el Proyecto Varela es anexionista. Sin proponérselo, al invocar el nombre de Varela el newyorkino, aboga porque la Isla sea anexada finalmente a su Diáspora. |