www.cubaencuentro.com Lunes, 28 de abril de 2003

 
  Parte 2/3
 
Firmas
Nuestra historia está poblada de rúbricas, aunque no todas son comparables: Algunas encarnan la valentía del firmante, otras su instinto de supervivencia.
por LUIS MANUEL GARCíA, Madrid
 

En un país donde no estar de acuerdo es ilegal e incluso punible, y donde un solo partido y un solo líder deciden hasta el último detalle en la vida de cada ciudadano, firmar una solicitud de referendo como el Proyecto Varela es un acto de valentía, una temeridad a la que muchos no están dispuestos, aunque coincidan punto por punto con el documento. Cada firmante sabía que su soberanía  podía acarrearle la pérdida del empleo, de sus estudios universitarios e incluso de su libertad, que desde entonces sería hostigado y marginado. Sólo por ello, no es arriesgado afirmar que cada una de esas firmas equivale a miles de firmas. Si consideramos, además, que los promotores del proyecto no dispusieron de ningún medio de difusión, y que antes que el ex presidente norteamericano Carter lo mencionara públicamente la frase "Proyecto Varela" no significaba nada para la inmensa mayoría de los cubanos, cabría preguntarse cuántos millones de firmantes potenciales no existirán en la Isla.

El simulacro de referendo para congelar ad infinitum el status quo, ha sido la más ridícula pataleta de Fidel Castro en medio siglo, al momificar su propia Carta Magna en un acto francamente inconstitucional y absolutamente contrario a la dialéctica que dice profesar. Cada firmante debía consignar su número de carné de identidad, con lo que, por el simple expediente de la resta, el Gobierno podía obtener la "lista negra" de los no firmantes. No es raro entonces que firmaran incluso los que esperaban el permiso para emigrar, por no hablar de millones de opositores silenciosos. ¿Cuántos habrían firmado de forma libre y voluntaria? Nunca lo sabremos, precisamente porque al Gobierno no le interesa cuantificar sus partidarios, sino lapidar con su estadística trucada a 11.000 insumisos. Incluso, hecho inédito, abrió sus consulados para que los exiliados firmaran el "sí, quiero", aunque Cuba les niega sus derechos civiles una vez traspasada la frontera. De modo que estos ocho millones de firmas no tienen otro valor probatorio que el de constatar la capacidad intimidatoria del régimen cubano.

La represión desatada en Cuba, aprovechando que el mundo miraba hacia Irak, pretendió capitalizar la ola de antiamericanismo, pero resultó un catastrófico error de cálculo, que ha dejado al régimen más solo que nunca. Escritores y artistas que hasta ayer se abstenían, cuando menos, de condenar al Gobierno, han repetido con Saramago la frase cubana "hasta aquí llegó mi amor". Nadie los obligó, disponen de todos los medios de información, muchos han visitado Cuba en múltiples ocasiones y sus posiciones no están dictadas por la conveniencia, sino por la ética.

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