www.cubaencuentro.com Martes, 29 de abril de 2003

 
   
 
Un ruido estridente de trompetas
No hay honor en la delación: El honor está en salvar a Liborio del azote de El Mayoral.
por RAFAEL LóPEZ RAMOS, Vancouver
 

El poeta Raúl Rivero acaba de ser sentenciado a veinte años de prisión en Cuba. Su único probado delito fue escribir y difundir la verdad —Vivir en la verdad, diría Havel. El hecho es suficientemente obsceno, pero es aún más deleznable su carácter de campaña terrorista (de Estado) al haber caído al unísono sobre otros 80
Garantías
Liborio.
periodistas y opositores pacíficos de la Isla, que, presuntamente, cometieron el mismo delito, tipificado por el neo-lenguaje castrista bajo la figura judicial de "poner en peligro la soberanía nacional". Ello según prescribe la draconiana Ley 88 o Ley Mordaza, que el régimen estrena aprovechando la conveniente cortina de humo y ruido que ha provocado en los medios la guerra de Irak.

De ahí la prisa y el carácter sumarísimo de los procesos, diseñados para consumo interno y para sembrar el terror entre la oposición, pero sobre todo entre el pueblo, esa infinita cantera de disenso —aunque también querrá ser un duro ejemplo para posibles reformistas dentro del propio Gobierno. El show debe acabar antes de que el mundo disipe su ira o fascinación, según el caso, por las bombas inteligentes sobre Bagdad. No es casual que la campaña estadounidense de Shock and Awe y la campaña castrista de choque e intimidación a la disidencia, comenzaran al unísono.

La actual campaña castrista repite patrones ya clásicos del estilo represivo destinado a la oposición pacífica y la sociedad civil en general. Ese odiado jardín comenzaba a ser, otra vez, demasiado frondoso y atractivo a los ojos del mundo. Se procedió pues a su poda, pero no de la manera discreta que caracterizó la represión en los 90. Esta vez fue a trancazos y patadas, que aunque metafóricas pretenden surtir el mismo efecto psicológico entre la disidencia y la población toda.

La nueva puesta en escena posee un aire de pesadilla mezcla de ficción orwelliana con el precedente histórico de los procesos estalinistas. El dramaturgo, sin embargo, ha alcanzado con los años una especie de maestría notable en su preciosismo y obsesión por los detalles, y una habilidad para conjugar recursos dramáticos tan efectivos en obras anteriores de su repertorio. Para no dejar ningún resquicio a una posible cobertura informativa de su aquelarre judicial, lanzó una segunda cortina alrededor de la Isla, utilizando elementos de aquella obra sobre el tema de la migración incontrolada de cubanos por vía marítima. Hace un par de días hice una búsqueda temática en Internet, y varios medios de prensa canadienses, por ejemplo, sólo reportaban los secuestros de naves. Ni una palabra de los juicios. Hoy se anunció que los secuestradores de la lancha serán juzgados en la misma serie de procesos sumarísimos, mezclando en el mismo saco de propaganda el caso de implicaciones violentas con los casos fabricados por delitos de opinión —que sólo un sistema como el cubano puede aplicar hoy en todo el hemisferio occidental.

Finalmente, un detalle parece subrayar el aire apocalíptico de estos procesos, aunque se ha sustituido el sonido de las trompetas por las declaraciones de "los trompetas". Es el golpe más bajo del shock and awe castrista. Pero es un golpe que a largo plazo le va a llegar de regreso, como un boomerang, porque sólo dos de los disidentes procesados han mostrado algún tipo de arrepentimiento o flaqueza. Todos continúan firmes en su voluntad de seguir viviendo en la verdad, aunque pendan sobre ellos sanciones de corte medieval. Los espías e informantes siempre son para el disidente una molesta posibilidad, que revolotea en torno suyo. Ahora se hace realidad, cobra rostro, pero al mismo tiempo la desconfianza se despoja de toda paranoia. La mentira como un esqueleto siniestro que hace strip-tease.

Cuando supe que Manuel David Orrio era uno de los travestidos en combativos agentes ("chivatientes" en el argot popular), me llevó unos minutos cotejar el rostro afable de aquel Deivi con quien compartimos el nacimiento de la Corriente Socialista a fines de 1992 con esa figura, como salida del semanario Pionero, que decía ser "un militar de honor que obedece órdenes". Quiero aprovechar para sacarle de esa ilusión autojustificativa: hay militares que obedecen órdenes con honor, pero nadie que traicione a su gente, sea militar o civil, tiene honor. Y esta pelea es la de Liborio contra El Mayoral. Lo demás es cuento de camino.

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