www.cubaencuentro.com Martes, 29 de abril de 2003

 
   
 
Oposición en campo minado
La Habana intenta probar fuerza con sus agentes encubiertos: Se trata de mantener la sospecha como política de enfrentamiento entre cubanos.
por MICHEL SUáREZ, Valencia
 

En los años ochenta, más de un cubano se vio obligado a poner el nombre de su abuela —que seguramente no pertenecía ni a los CDR— en cartas que iban dirigidas al exterior. Comunicarse con los familiares "apátridas" era pecado capital para la política ideológica del régimen. La filiación partidista aniquiló la unidad
Disidentes y agentes
A la izquierda, la agente 'Tania' (Odilia Collazo). En primer plano, Vladimiro Roca.
familiar: padres e hijos que nunca más supieron de sus respectivos destinos, hermanos visceralmente enfrentados y hogares destruidos en nombre de un supuesto "ideal". De allá para acá, aunque el tema de la correspondencia se ha tornado aparentemente más flexible, las cosas —lejos de mejorar— han empeorado.

El reciente destape de los agentes de la Seguridad del Estado, infiltrados en las filas de la disidencia y el movimiento de periodistas independientes, puede considerarse una especie de carril 2 en la tensa situación de las últimas semanas: ha marchado en paralelo a las exageradas condenas impuestas por el Gobierno desde el control totalitario de la justicia. La Habana no solamente ha ordenado a algunos de sus secuaces quitarse la máscara para servir de testigos en las causas, sino que está exhibiendo a sus "héroes" ante el diezmado movimiento disidente para sembrar de minas su campo de acción.

Las revelaciones de algunos de los infiltrados podrían generar un cisma en la unidad de los grupos de la oposición, que inevitablemente resultaría fatal en la consecución de sus objetivos. La incubación de desconfianzas, la multiplicación de precauciones entre los miembros de agrupaciones disidentes y el temor a volver a caer en manos de un "topo" de la Seguridad, podrían lastrar la actuación futura de un movimiento que definitivamente comenzaba a consolidarse.

No hay nada nuevo en la aplicación de las teorías empleadas por Fidel Castro para controlar las reacciones de la ciudadanía. La delación, la traición y la duda entre unos y otros han provocado en 44 años un estado de indefensión colectiva nunca antes concebido en la historia cubana. Divide y vencerás ha sido la bandera de batalla del gobernante caribeño, dispuesto a continuar desmoralizando a los cubanos con sus tácticas nazis de contención ciudadana. La telepantalla y el Gran Hermano orwelianos, que Castro ha sembrado en la conciencia del pueblo, difícilmente puedan ser superados a corto o mediano plazo. Dicho planteamiento puede comprobarse —a dedo— incluso entre los cubanos radicados en el exterior, algunos de los cuales mantienen una actitud de "boca cerrada" por un miedo crónico a la conspiración del prójimo. Vivir en el extranjero como si aún estuvieran en los límites geográficos de la Isla, es el colmo de la anulación total del término libertad en la mentalidad preventiva de algunos compatriotas. Pero otra cosa no les ha enseñado el régimen. La invitación explícita a denunciar los "actos contrarrevolucionarios" desde la edad escolar, ha ido minando cualquier atisbo de pensamiento individual y público.

Las declaraciones en los juicios sumarísimos de esos tristemente célebres personajes no han aportado elementos novedosos a procesos que de por sí no los necesitan, pues la ausencia de garantías está asegurada por parte de la amañada (in)justicia oficial. Su dimensión única está relacionada con la decisión del régimen de probar fuerza: una evidente disposición a mantener la duda y la sospecha como política de enfrentamiento entre cubanos.

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