www.cubaencuentro.com Martes, 29 de abril de 2003

 
   
 
Fusilados, presos y rehenes
'Mensaje desde La Habana para amigos que están lejos'… La palabra de quienes confiesan en cautiverio no debe tomarse en cuenta.
por MANUEL DíAZ MARTíNEZ, Canarias
 

Fusilar, tras un juicio relámpago servido a la carta a petición del poder, a tres hombres desesperados que secuestran una lancha para escapar de la miseria a que los condena un régimen fracasado y decrépito que impide a sus ciudadanos la libre salida del país, y meter por larguísimos años en calabozos inmundos, tras juicios farsescos de sentencias políticas predeterminadas, con pruebas que sólo prueban que no hay pruebas, a decenas de ciudadanos pacíficos, decentes y patriotas, opositores y periodistas cuya falta consiste en haber expresado opiniones políticas contrarias a las del Gobierno en una Isla sin libertad de expresión ni de prensa, es un crimen abominable típico de una dictadura que agoniza y tiene miedo.

Ni los fusilados eran terroristas, sino unos humildes jóvenes sin destino en un país en ruinas, ni los disidentes presos son conspiradores al servicio de ninguna potencia extranjera, ni siquiera por cuenta propia, sino gente que, a cara descubierta, hace o intenta hacer política contra la dictadura. En 1991, los que firmamos la Carta de los Diez —entre los que estaba el poeta Raúl Rivero, ahora en prisión— también fuimos acusados de conspirar por pedir reformas democráticas. Para Castro, que es un déspota, las libertades democráticas y los derechos humanos son subversivos. Y parece que quisiera hacernos creer que son productos made in USA.

Maestro de oportunistas, Fidel Castro se propuso utilizar la atmósfera de antinorteamericanismo que ha rodeado a la guerra de Irak para aplastar la oposición interna y el periodismo independiente, ambos en alza desde la presentación del Proyecto Varela. Mostrándolos como la quinta columna de EE UU en la Isla e inventándose, además, por enésima vez, una inminente invasión norteamericana a Cuba, ha pretendido justificar la brutalidad de su acción represiva y obtener para ella la comprensión internacional. Y yo me pregunto, ¿en caso de que la tal invasión no fuese un invento la podría parar fusilando a tres cubanos y encarcelando a 75? ¿No serían estas atrocidades un estímulo o un pretexto más para los invasores?

Castro, que es el mayor terrorista de Cuba, el jefe de los terroristas que componen su mafia de gobierno, y que sabe que su sangriento sultanato se desmorona, con estos fusilamientos y encarcelamientos lo que busca es apuntalar su poder aterrorizando a la población. Con los juicios de Moscú de 1934, Stalin no sólo aterrorizó a los intelectuales indóciles y a los disidentes, sino a toda la Unión Soviética. Y Hitler aterrorizó a toda Alemania con los juicios por el incendio del Reichstag, provocado por él mismo con ese fin. Estas lecciones las tiene bien aprendidas el sátrapa cubano, cuyos agentes secretos fueron los que organizaron las reuniones, nada secretas por cierto, de algunos disidentes con el jefe de la Sección de Intereses de EE UU en La Habana, reuniones que ha presentado como pruebas de la supuesta conspiración. Y si esto fue una conspiración, ¿por qué, como preguntó José Saramago, no han echado del país a Mr. Cason?

Da lástima ver a escritores y artistas del interior de la Isla, creadores con prestigio profesional bien ganado, algunos de ellos católicos, suscribiendo un documento infamante, dictado por el déspota, que es una ratificación de las últimas condenas a muerte y a prisión dictadas por los juececillos de la tiranía. ¿Será posible que no sean conscientes de que firmar ese nauseabundo Mensaje desde La Habana para amigos que están lejos es un suicidio moral? Pese a todo, para mí, por el momento, es difícil juzgarlos y mucho más condenarlos, porque está por ver quiénes firmaron por puro miedo. No se puede olvidar que están dentro y, por lo mismo, son rehenes de Castro. Su palabra, como la de los que confiesan en cautiverio y bajo amenaza, no debe tomarse en cuenta. Por ahora merecen el beneficio de la duda.

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