www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 3/3
 
La enfermedad infinita
Apuntes sobre historia y revolución. Una reflexión a partir de la última escalada represiva del castrismo.
por CARLOS A. AGUILERA, Graz
 

De ahí que el encarcelamiento de estos 75 disidentes —poetas, periodistas, médicos, bibliotecarios, aprendices…— se ubique dentro de esa misma intelligentzia falsamente binaria, y la guerra contra Estados Unidos no sea más que un pretexto —alimentado, eso sí, por la torpe política norteamericana— para defenestrar a una elite que, de pronto y nadie sabe cómo, había tomado más fuerza que la que La Habana podía digerir.

El mayor ejemplo de ello es Oswaldo Payá, líder del Movimiento Cristiano Liberación y Premio Sajarov del Parlamento Europeo para la libertad de expresión en el año 2002. En un suceso sin precedentes en la Isla, el Movimiento Cristiano Liberación logró reunir en el Proyecto Varela las 11.000 firmas que la Constitución cubana contemplaba como válidas para pedir la elaboración de una nueva ley electoral, que exigiría amnistía para los presos políticos y la creación de empresas privadas. Sin contar la resonancia que semejante reconocimiento tuvo en un lugar donde las noticias funcionan más a nivel de pasillo que por agencias o periódicos. Además, no sólo sensibilizó a una opinión pública reacia a creer en todo proyecto surgido de la oposición cubana —descrédito que parte, sin dudas, de la manera patriotera con que algún sector del exilio de Miami expone todo lo que tiene que ver con la Isla—, sino que logró por primera vez legitimar un espacio que, a diferencia de los antiguos países del Este, sólo había logrado moverse entre mafias, es decir, entre el Gobierno de La Habana y los kamikazes del exilio.

¿Queda descoyuntada la fuerza opositora dentro de la Isla con esta puesta-en-presidio? Tal vez sí, aunque aún no sufren cárcel algunas personas de influencia: el mismo Payá, por ejemplo. No obstante, probablemente la oposición volverá a ganar espacio. El motivo principal por el que aparentemente fueron apresados los disidentes, un taller de ética celebrado en casa de James Cason —cónsul de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba—, por su ridiculez (el taller fue preparado por la misma Seguridad del Estado cubana a través de varios de sus espías, en especial Manuel David Orrio, el agente Miguel) se ha ido corriendo hacia la idea, propia del imaginario paranoico pero muy en consonancia con todas las ficciones de guerra que el régimen necesita, de una invasión inminente a la Isla y su futura anexión por parte del totalitarismo del norte.

Anexión que en el futuro pudiera ser o no cierta, pero que en realidad esconde algo más terrible o hueco. La verdadera anexión que sufre Cuba y las personas que viven dentro de ella es la de su propio Gobierno, que recorta a cero el concepto ilusión, fundamental en las sociedades modernas para entender la relación que establece un individuo con su entorno, y que ha enredado perversamente todos los ideologemas de identidad —patria, nación, pueblo…—, convirtiéndolos en algo mucho más reaccionario de lo que son.

Sin duda Cuba y Estados Unidos, de tanto estar frente a frente, han terminado pareciéndose. Cada uno a su modo hace "guerras preventivas", y prevenir algo es la mejor manera de provocar desastres. Cada uno maquilla detrás de lo que sintomáticamente llama "la verdad" las censuras constantes que exporta-importa a los territorios donde sus halcones operan. Aunque, para ser justos, hay que decir que en cuanto a despotismo La Habana le lleva un paso de ventaja a la actual administración norteamericana. Ésta mata en nombre del dinero (o el petróleo) y de una justicia ramplona que sólo ella comprende; el Gobierno cubano, en nombre del pueblo o la-grandeza-del-futuro y, como ya se sabe —Orwell, Mandelstam, Platónov se han encargado de demostrarlo—, no hay nada peor que un Estado destruyendo en nombre del futuro. Convirtiendo el presente en una enfermedad infinita; la vida, en un sostenido infierno.

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