El novelista cubano residente en Suecia, René Vázquez Díaz, ha escrito un artículo titulado Desamericanizar la cuestión cubana (El País, 12/6/03), que merece respuesta por tratarse de una pieza retórica que enturbia la transparencia del debate intelectual. Lo peor de ese ejercicio de opinión es que desliza, tras una media verdad, varias mentiras y calumnias sobre la disidencia interna y el exilio moderado. El argumento central de

El opositor Héctor Palacios, condenado a 25 años de cárcel en las farsas judiciales de abril pasado.

Vázquez Díaz, a mi juicio, es correcto: una "premisa indispensable para que los cubanos podamos reformar pacíficamente y, a la postre, desarticular las estructuras totalitarias de la revolución, es que el conflicto se desamericanice".

En efecto, yo también pienso (véanse los artículos La dictadura y el imperio, La mundialización de Cuba, La ilegítima defensa y El antiamericanismo cubano, en Encuentro en la Red) que para que se produzca una transición pacífica y ordenada a una democracia socialmente responsable en Cuba, Estados Unidos deberá renunciar a su actual política de hostilidad contra el Gobierno cubano, basada en la Ley de Ajuste y la enmienda Helms-Burton, que en 1996 reforzó el embargo comercial. Pienso, incluso, que, dado el largo expediente imperial que Washington ha acumulado en sus relaciones con La Habana, la mejor política norteamericana hacia la Isla sería aquella que, celosamente, se mantenga distante y neutral, con el fin de reforzar el papel diplomático de otras dos regiones occidentales en la democratización cubana: América Latina y Europa.

Ahora bien, la "premisa" de Vázquez Díaz se basa en una observación sobre la "americanización" del problema cubano que reproduce los estereotipos y prejuicios que el Gobierno de Fidel Castro difunde contra la disidencia y el exilio. Antes que Vázquez Díaz, el líder del Movimiento Cristiano Liberación y promotor del Proyecto Varela, Oswaldo Payá, el ex presidente James Carter y varios articulistas de este diario digital (véanse, por ejemplo, los artículos Cuba: mito y realidad y Nacionalismo y democracia, de Marifeli Pérez Stable, y Otro futuro mejor es posible, de Juan Antonio Blanco) hemos insistido en que el protagonismo de Estados Unidos en la cuestión cubana debe ser rebajado al mínimo. Esto, sin embargo, no implica que la "desamericanización" del problema cubano se visualice como la total ausencia de intereses norteamericanos en la Isla. Pretender eso sería fantasioso, entre otras razones comerciales y geopolíticas, por el millón y medio de cubanos que reside en ese país.

Pero el problema no reside en el modo absolutista en que Vázquez Díaz imagina esa "desamericanización", sino en su certeza de que, dado el gran apetito imperial, cualquier oposición cubana, dentro o fuera de la Isla, está condenada a funcionar como instrumento de Washington. En el caso de la disidencia, recientemente encarcelada, Vázquez Día repite el argumento del Gobierno de Fidel Castro que presenta a los 75 activistas como burdos clientes de James Cason y la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana. ¿Ignora Vázquez Díaz que esos opositores no sólo se relacionaban con la oficina norteamericana, sino con casi todas las embajadas europeas, incluida la sueca, y algunas latinoamericanas? ¿Desconoce que la disidencia interna se opone, mayoritariamente, al embargo comercial de Estados Unidos contra Cuba y que así lo estableció un mes antes de los arrestos, en el punto 32 del documento Medidas para salir de la crisis, de la alianza Todos Unidos, promovida por Héctor Palacios, hoy condenado a 25 años de cárcel?