www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 2/2
 
Todos los actores del cambio
Una respuesta al artículo 'Desamericanizar la cuestión cubana', aparecido en el diario español 'El País' el pasado 12 de junio.
por RAFAEL ROJAS, México, D. F.
 

Mi opinión es que Vázquez Díaz, quien desde Suecia tiene acceso a toda la información sobre el problema cubano —incluida la oficial—, no ignora que la disidencia interna desea un país soberano y democrático y que no es un vulgar instrumento de Washington o del Miami intransigente, el cual ha mantenido una actitud de recelo ante las propuestas nacionalistas y moderadas, gradualistas y conciliadoras de esa oposición, personificada por el Proyecto Varela. ¿Olvida Vázquez Díaz que la tristemente célebre marcha a favor de la guerra de Irak, en Miami, fue también contra el Proyecto Varela? Al igual que el Gobierno cubano, Vázquez Díaz conoce esta verdad, pero decide desvirtuarla para lograr los principales fines de su política personal: mantener a toda costa una relación privilegiada con la Habana oficial que le permita entrar y salir de Cuba, cuando lo desee, y reforzar su perfil de intelectual socialdemócrata, dentro de Europa, que coquetea con los principales tópicos del antiamericanismo al uso.

Pero para lograr el éxito de su empresa política personal, Vázquez Díaz no sólo debía negarle a la disidencia interna su evidente vocación nacional. También debía atacar el principal proyecto intelectual de la nueva diáspora cubana: la revista Encuentro de la Cultura Cubana. En un párrafo que deberemos sumar a la larga historia de infamias, calumnias y descalificaciones del Gobierno cubano contra nuestra publicación, Vázquez Díaz afirma con una pregunta: "¿Por qué todos los proyectos cubanos de oposición tienen que terminar siempre en la aplastante mediocridad de reducirse, como la revista Encuentro —en cuya fundación participé activamente desde mi puesto en el Centro Internacional Olof Palme—, en lo más vulgar que pueda concebirse en la historia de Cuba, un muñeco más, armado y financiado por EE UU?"

Lo primero que debería respondernos Vázquez Díaz es cuándo llegó a esa conclusión. ¿En 1997, cuando participó en el seminario "Cuba a la luz de otras transiciones", que contó con financiamiento del National Endowment for Democracy, institución a la que el Gobierno cubano atribuye nuestro "reclutamiento" como agentes de la CIA? ¿O fue apenas en el verano de 2000, cuando Manuel Díaz Martínez publicó en el número 16/17 una crítica al prólogo de su valiosa antología Cuba: voces para cerrar un siglo? Siempre he tenido la sospecha de que en Washington no hay un agente de la CIA que haya leído, tan siquiera, una página de Encuentro de la Cultura Cubana. Pero me consta que los ataques de Vázquez Díaz a Encuentro han sido premiados por la nomenclatura insular y repudiados por los creadores de la cultura cubana, lo mismo en la Isla que en la diáspora.

Cualquier intelectual honesto que, dentro o fuera de Cuba, lea el índice de Encuentro preparado para el número 25, en homenaje a nuestro fundador Jesús Díaz, tendrá que admitir que la afirmación de que la revista es "un muñeco más, armado y financiado por EE UU", es sencillamente una calumnia. Si los cubanos viviéramos en una democracia o en un verdadero Estado de Derecho, esa frase merecería una buena demanda en los tribunales por su perversidad infamante. Sería, por lo menos, divertido ver a René Vázquez Díaz o a su abogado defensor intentando demostrar que el último número de nuestra revista, dedicado al dramaturgo Abelardo Estorino, Premio Nacional de Literatura, e ilustrado con los Martí y los Che Guevara del gran pintor del pop revolucionario, Raúl Martínez, responde a los intereses del Gobierno de George W. Bush. Ni el tribunal más vehemente, aquel que dictó sentencias desorbitadas contra disidentes pacíficos y moderados en la Isla, salvaría a René Vázquez Díaz de su desenmascaramiento.

Todos los malabarismos de René Vázquez Díaz, como advirtiera hace años Manuel Díaz Martínez, están encaminados a desautorizar a dos actores de la vida política y cultural de Cuba: la disidencia y el exilio. Detrás de cada descalificación, detrás de cada calumnia contra estas dos dimensiones de nuestro conflicto, subyace, por supuesto, el equívoco de que el Gobierno cubano es la única instancia autorizada para impulsar el cambio y que, mientras no se decida a hacerlo, los demás cubanos deberemos mantenernos callados e inmóviles. Nadie niega que ese Gobierno sea un actor decisivo, pero el cambio, para que sea justo y duradero, deberá producirse con todos los personajes de nuestra tragedia.

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