www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 2/2
 
Del internacionalismo al aislamiento
La reciente andanada contra Europa clausura una de las últimas ventanas de que disponía el castrismo para asomarse al exterior.
por GILBERTO CALDERóN ROMO, México, D. F.
 

Las Cumbres Iberoamericanas

Pero todavía más: El Comandante, montado en el tobogán de sus sarcasmos del maratón televisivo, abrió un frente adicional: "Hay que tener estómago a veces para reunirse con ellos en una de esas Cumbres que repugnan —dijo—. Me da la tranquilidad de que me voy a desaparecer de las Cumbres esas".

Se refería a las Cumbres Iberoamericanas que se vienen celebrando desde 1991 y en cuyas últimas ediciones ha sido cuestionado. Si esto es así, hace bien en suprimirlas de su agenda. Curiosamente, dichos foros fueron convocados por el presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari para crearle un espacio a Cuba en el entorno iberoamericano, conocida su ausencia de la OEA y la entonces reciente disolución del campo socialista.

Desaparece el Centro Cultural de España en La Habana
En el marco de su reciente cruzada contra la Unión Europea, La Habana ha dado un plazo de 90 días a Madrid para que abandone el Centro Cultural de España en la capital cubana, en cuya remodelación y funcionamiento el Gobierno español había invertido millones de euros (dos millones sólo de presupuesto inicial). Una declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba cancelaba, el 14 de junio pasado, el acuerdo de 1995 que posibilitó la creación del Centro.
Para las autoridades castristas, la institución peninsular "ha mantenido un programa de actividades no relacionadas con su función original, en abierto desafío de las leyes y las instituciones cubanas".
Tras abrir sus puertas siete años atrás, la labor del Centro Cultural de España se caracterizó por ofrecer al público capitalino una variada gama de opciones culturales e informativas. Con una frecuencia semanal, la institución ofrecía muestras de artes plásticas, funciones cinematográficas, seminarios, conferencias de intelectuales invitados, etcétera, además de que su nutrida biblioteca —tal vez uno de los servicios que más desagradaba al Gobierno cubano— permanecía a disposición de los visitantes.

Desde la primera cita celebrada en Guadalajara, hasta la octava que tuvo lugar en Oporto, Portugal, Fidel Castro fue la estrella periodística. Aparte de la frivolidad de reunirse con el Rey de España, los líderes iberoamericanos buscaban la fotografía consagratoria y el instante fugaz de cercanía con el legendario ex guerrillero, en esas reuniones que mucho tuvieron de opereta o de zarzuela y poca utilidad concreta. No se exagera si se reconoce que el centro de atención fue, hasta 1998, el antillano. Ya en Portugal comenzaron las incomodidades, porque una de las preguntas de prensa más insistentes tuvieron que ver con su edad y su salud.

En la Cumbre de 1999, en La Habana, los mandatarios de España, Portugal y México —José María Aznar, Antonio Guterres y Ernesto Zedillo— condenaron abiertamente los procedimientos políticos castristas, y algunos de ellos sostuvieron publicitadas entrevistas con los disidentes. En la del año 2000, en Panamá, las cosas fueron de mal en peor. Convocada la junta para discutir los temas de la infancia, apenas bajándose del avión los cubanos denunciaron la presencia en el istmo centroamericano del terrorista Luis Posada Carriles y una pandilla de ancianos que se proponía dinamitar el foro donde se presentaría Fidel Castro. Cuando los castristas propusieron condenar el supuesto atentado —nunca comprobado— hasta el venezolano Hugo Chávez les hizo el vacío. El presidente de El Salvador, Francisco Flores, en un discurso televisado que por descuido se transmitió en Cuba repetidamente, llamó asesino a Castro Ruz. Aprendida la lección, éste prefirió no presentarse a los cónclaves celebrados en Lima y Santo Domingo los dos años subsiguientes.

Repudiado por el belicoso George W. Bush y una vez que ha rechazado los lazos con Europa y se distancia de América Latina —con excepción de Venezuela, Brasil y Argentina—, al Comandante parece que le urge seguir avanzando velozmente hacia un lugar imposible en el que quien gana es el que conquista la mayor suma de enemigos y se queda cada vez más solo.

Todo ello estaría muy bien si no fuera porque de por medio se encuentra el sufrimiento de millones de cubanos y el envilecimiento de la política de un país, convertida en prolongación nerviosa del malestar psíquico de un hombre.

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