www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 2/2
 
Dos errores no hacen un acierto
Si las acciones de EE UU muestran una concentración de poder con fines bárbaros, la respuesta no puede ser fusilar compatriotas.
por JUAN CLAUDIO LECHíN, Buenos Aires
 

De los caros intelectuales cubanos que han hecho su carta de apoyo a los fusilamientos, ¿qué decir?. Si los hemos querido tanto… ¿Qué podían haber hecho si son de la nomenclatura? ¿Saltar al vacío e inmolarse? Tuvieron que recurrir al argumento basura de fusilar "para prevenir una posible invasión norteamericana", la que si se va a producir no se va a detener porque fusilen a unos cuantos "agentes del imperialismo". La invasión a Irak es por demás elocuente. Se trata de una fuerza militar apabullante, que en el trabajo fino no pudo encontrar a Sadam ni a Bin Laden. Fue el embate bruto de la tecnología y no un bordado con agentes encubiertos.

Obviamente es imposible pedirle a Fidel Castro un cambio de timón, pues se trata de un hombre que a estas alturas del tiempo, como en El otoño del patriarca, maneja la complejidad del Estado con caprichos de niño inquisidor. Incapaz de relativizar el ajedrez del poder, golpea según sus antojos. Ya lo hizo con México, que lo ayudó tanto.

Pero todo este rollo que voy echando no es sólo por los fusilamientos —un acto frío y abusivo, sin duda, pero que en el microcosmos humano, duro decirlo, es el hondo dolor de cada quien—, sino porque justifica la antítesis pendular a la que entrega el futuro de Cuba y a los nacionalistas de América Latina: al liberalismo pro-norteamericano. Y ese será el dolor de todos. Porque aunque no somos pueblos liberales, cosa demostrada en doscientos años de fascinaciones y fracasos, la opción conservadora "pueblo/gobierno para el pueblo" invalidada por Fidel Castro nos deja a merced del liberalismo. Ahora el demoledor argumento de que una enfermedad importada va a curar la enfermedad local, campeará sin contestación gracias al "territorio libre de América".

¿Seremos capaces de serenidad y, finalmente, de armar un sistema que corresponda a nuestra idiosincrasia? ¿Convertir al caudillismo junto al factor pueblo en un avanzado sistema, saludable y permanente, contra la embrutecedora opción única del liberalismo? Por ahora, desvanecida la opción cubana y dada nuestra incapacidad de encontrar nuestro rostro, ergo nuestros caminos de libertad, quedaremos repitiendo los sempiternos automáticos, o bien la melancolía del socialismo o bien a la pleitesía al imperio de turno, a una Norteamérica de espanto y brinco, como dicen los venezolanos, que tiene en jaque a nuestras tierras, a nuestra agua, nuestra vecindad, nuestra lengua, nuestra cultura. El manto de la banalización con que Estados Unidos ha cubierto todo, nos tiene repitiendo los yeah mientras su poder, como en los cómic, se apropia de todo el planeta. Apropiación que no tiene más destino que la apropiación per se. No buscan imponer valores, religión o civilización. Es la dinámica imbécil de la mera apropiación. Y no se debe a la universal e inacabable vanidad del poder. Se trata de la gula detonada de ese ingenuo y moderno valor anglosajón: la avaricia, la cual, abultada y desfigurada monstruosamente, los ha precipitado en una fagocitosis insaciable y compulsiva.

Así pues, el error de este imperio torpe y desalmado no justifica el desalmado y torpe error de haber convertido al magnífico proyecto cubano de independencia en una dictadura rasa. A diferencia de las matemáticas, donde menos por menos da más, en la vida de los seres humanos dos errores no hacen un acierto.

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