www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
  Parte 1/2
 
¿Por qué en Cuba apenas pasa nada?
Las condiciones de terror, unidas a la machacona y burda propaganda del régimen, han generado un sentimiento de agobio e intimidación definido como de paranoia colectiva.
por ENRIQUE COLLAZO, Madrid
 

En uno de sus primeros discursos Fidel Castro pronunció una frase que en aquel momento caló profundamente en la opinión pública. La misma decía: "nos casaron con la mentira y nos obligaron a vivir con ella", en clara alusión a la demagogia, la corrupción y el clientelismo que caracterizó todo el período republicano y en particular a la etapa de la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958). Sin embargo, muy pocos sospechaban aquel 1 de enero de 1959 que a partir de ahí los cubanos
Carteles
Marcha del pueblo combatiente: ¿miedo colectivo?
tendrían que convivir, no sólo con la mentira, sino además con el miedo, y no por espacio de 6 años, sino durante cuarenta y cuatro.

Después de casi medio siglo en el poder, ejerciéndolo mediante métodos de ordeno y mando —gracias a los cuales ha convertido a Cuba en un cuartel—, es lógico que, en los países donde existe un régimen de libertades públicas, se pregunten cómo es que Castro continúa gobernando de forma despótica, pisoteando los más elementales derechos de su pueblo y burlándose groseramente de la opinión pública internacional. La pregunta se torna más incisiva teniendo en cuenta que después de la bancarrota del comunismo en Europa oriental y la desaparición de la URSS, el régimen perdió sus bases de sustentación económica, razón por la cual la situación de crisis y creciente malestar de la sociedad ha sido, con diferencia, la más profunda que ha afrontado el país en toda su historia.

La extrema, prolongada e irresuelta crisis económica de carácter estructural genera un candente conflicto social y ético en la inmensa mayoría de la población, premisas que podrían dar lugar a un levantamiento popular espontáneo, o al menos a alguna manifestación que se atreviera a salir a la calle en demanda de lo que más necesita el pueblo, que es su libertad. Sin embargo, el llamado Maleconazo de agosto de 1994, a pesar de su histórica repercusión, ha pasado a ser, a casi diez años de ocurrido, una de las escasas oportunidades en que desde 1959 un grupo de personas desafía abiertamente al régimen, enfrentándose a los agentes represivos de la dictadura.

Vale la pena referirse entonces, al menos brevemente, a alguna de las causas que condicionan esta actitud del pueblo cubano.

Para muchos, la revolución de 1959 constituyó el acto que devolvería la constitucionalidad al régimen, que redistribuiría la propiedad agraria y que restablecería la eficacia a las instituciones democráticas. Sin embargo, el triunfo rebelde significó la radical incorporación de Cuba al bloque comunista, la clausura del mercado doméstico y el espacio público, o sea, la estatización absoluta de la propiedad, la dogmatización de la cultura y la forzosa unanimización de la política.

Cabe recordar que a partir de 1960 y mediante el proceso de expropiaciones, desapareció el sector financiero de la economía en todas sus modalidades, tanto desde el punto de vista orgánico de las empresas, como el de las instituciones, entre ellas las de la propiedad privada y las del crédito. Igualmente, se redujo drásticamente el sector de comercio, tanto al detalle como el mayorista, junto con las modalidades de transporte y servicios complementarios. El sector servicios fue severamente reducido y actividades de tipo contable, legal, de publicidad y otras desaparecieron o fueron estatizadas. Resulta interesante destacar que mientras que la empresa se socializó en relación con la propiedad, se des-socializó en el sentido de que perdió su capacidad de satisfacer con su producción la demanda de la población, sobre todo después de la ofensiva revolucionaria de 1968.

En el ámbito del espacio público, a partir del mismo año, comenzó también una sistemática campaña para desarticular el vasto y complejo tejido de la sociedad civil, desmembrando un sin fin de asociaciones de diverso carácter y aboliendo los espacios físicos, jurídicos y sicológicos, en los cuales los ciudadanos ejercían su soberanía más elemental. Se impuso un régimen de partido y central sindical únicos. Se procedió a controlar todos los órganos de información y de creación de opinión, tales como periódicos, revistas, editoriales, emisoras de radio, estaciones de televisión. Se "nacionalizó" todo el sistema de educación, privado y público, convirtiéndolo en el vehículo ideal para el adoctrinamiento de la población, en particular de la juventud.

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